ÁFRICA/SOMALIA - El obispo Bertin: “La vida oculta de los fieles y la labor humanitaria de Cáritas”.

Mogadiscio - Desde hace treinta años Somalia es un país dividido, sin instituciones estables, atravesado por la efervescencia fundamentalista. En este complejo contexto, sigue viviendo una pequeñísima comunidad cristiana que, entre mil dificultades, sigue adelante con su fe. Está dirigida por monseñor Giorgio Bertin, una vida dedicada a Somalia primero como misionero franciscano, luego como obispo de Yibuti y administrador apostólico de Mogadiscio.
El obispo conoce bien tanto las condiciones en que viven los cristianos como la situación política y económica del país del Cuerno de África. La comunidad católica somalí es muy pequeña: en todo el país hay unas pocas decenas de cristianos que profesan el cristianismo de forma oculta. Hay, pues, muchos fieles entre los miembros de las organizaciones internacionales y los contingentes militares presentes en el territorio. Basta pensar en el contingente italiano, el burundés y el keniano. En Somalilandia, un Estado declarado independiente, pero no reconocido por la comunidad internacional, hay una presencia más estable. Hay un sacerdote con un buen grupo de fieles. Sin embargo, se ven obligados a profesar su fe en casa o en lugares cerrados.
Los somalíes siempre han profesado un Islam tolerante. Siempre han estado abiertos al diálogo y nunca han tenido relaciones tensas con los cristianos. “Los somalíes nunca han sido anticristianos -continúa monseñor Bertin-, es más, en el pasado nos veían de forma benévola. Desde la caída de Siad Barre, quizá incluso un poco antes, con la llegada de un islamismo que pretende reconstruir la sociedad partiendo de la ley islámica, los cristianos han sido marginados progresivamente. Actualmente los políticos, aunque no son hostiles a la Iglesia, tienden a no garantizar un espacio a los cristianos porque temen ser acusados de favorecer a ‘los cruzados’. Se trata de fórmulas retóricas que, sin embargo, desgraciadamente, se están poniendo de moda”.
Los católicos están presentes en el territorio a través de Cáritas Somalia, que trabaja a nivel social prestando asistencia a la población con dificultades, especialmente a los grupos más débiles como los niños y las mujeres.
Con motivo del ciclón Gati, que devastó el país en 2020, Cáritas trabajó en Puntlandia, la región noroccidental del país, prestando asistencia a 3.500 personas. No fue una intervención fácil porque se llevó a cabo en una zona donde la presencia de los yihadistas es fuerte. En Somalilandia, Cáritas Somalia, que aquí toma el nombre de Cáritas Naxariis , trabaja en un proyecto educativo para 35 niños desplazados. Con la llegada de la pandemia del covid-19, Cáritas Somalia empezó a trabajar también en Mogadiscio, Garowe y Bosaso con programas educativos para prevenir la propagación del virus.
Actuar en Somalia no es fácil. La situación política es muy compleja. “Para simplificar -observa el Prelado- tenemos ante nosotros un poder central, que intenta resurgir y afirmarse, que se enfrenta a unos estados federales que, a su vez, intentan hacer oír su voz. De hecho, este enfrentamiento ha inmovilizado al país. La situación política somalí está influenciada por los intereses de los actores regionales e internacionales. El precio de esta situación es la inestabilidad que paga la población civil”.
En la complejidad política hay que lidiar con un fundamentalismo islámico muy fuerte: “Al-Shabaab -concluye monseñor Bertin- está presente en el interior del centro-sur de Somalia, pero también tiene sus propias células en las principales ciudades somalíes. Además de Al Shabaab, hay grupos inspirados por el Estado Islámico, especialmente en Puntlandia. Ambos, además de imponer una visión integral del Islam, siembran el odio y el terror en el territorio. Treinta años después de la caída del régimen de Siad Barre, el contexto es muy difícil. Las instituciones son débiles, a veces ausentes y a menudo pendencieras. El país necesita un programa para construir un Estado capaz de proporcionar a sus ciudadanos seguridad y servicios básicos. Paradoxalmente, en las zonas controladas por al-Shabaab, la milicia vinculada a al-Qaeda, esta seguridad y estos servicios existen. En un régimen de terror que limita cualquier forma de libertad”.



Agenzia Fides
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