ÁFRICA/MARRUECOS - El Papa: la misión de los bautizados nace del “asombro y la compasión”, no por el camino del proselitismo

Agenzia Fides Rabat - La misión de proclamar la salvación, a la que se llama a todos los bautizados, se manifiesta “en la forma en que vivimos como discípulos de Jesús, en medio de aquellos con quienes compartimos la vida diaria, las alegrías, las tristezas, el sufrimiento y las esperanzas”. Somos cristianos “porque Cristo nos ha amado y conocido”, y este encuentro nos invita a “actuar de la misma manera que Dios actuó con nosotros”. Por eso, el camino de la misión apostólica no pasa por el proselitismo, “que siempre conduce a un callejón sin salida”. Funciona con una dinámica similar a la de la levadura que fermenta la masa de harina, como lo sugiere la comparación propuesta por Jesús en el Evangelio para que sus discípulos comprendan cómo se hace presente el Reino de Dios. Así, el Papa Francisco ha vuelto a proponer imágenes y ejemplos para reconocer los rasgos que caracterizan la presencia de los cristianos en el mundo, especialmente en países como Marruecos, donde los bautizados son “un número pequeño”. Lo hizo el 31 de marzo, durante su breve visita apostólica a tierras marroquíes, en el encuentro que tuvo en la catedral de Rabat con los sacerdotes, religiosos y representantes del Consejo Ecuménico de las Iglesias.

Citando al Papa Ratzinger, el actual obispo de Roma repitió que el evento cristiano se comunica “no por proselitismo, sino por atracción”. Y proporcionó criterios válidos en todas partes para reconocer la naturaleza apropiada de la misión apostólica y lo que la distingue de los métodos de reclutamiento típicos de cualquier proselitismo político, social o religioso. “Nuestra misión como bautizados, como sacerdotes, como personas consagradas no está determinada por el número o la cantidad de espacios ocupados, sino por la capacidad de generar y provocar cambios, asombro y compasión”. Porque “ser cristiano”, explicó el Papa, “no es un compromiso con una doctrina, ni con un templo, ni con un grupo étnico”. “Ser cristiano es un encuentro. Somos cristianos porque hemos sido amados y conocidos, y no por el fruto del proselitismo. Ser cristiano significa saberse perdonado e invitado a actuar de la misma manera que Dios ha actuado con nosotros, ya que “así todos sabrán que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros”.

El mero reconocimiento de la naturaleza propia del evento cristiano libera de la “preocupación” que “surge cuando nos abruma pensar que solo podemos ser significativos si somos la masa y si ocupamos todos los espacios”. Este reconocimiento, en países como Marruecos, hace más evidente que la forma de diálogo es aquella con la que la Iglesia entra en una relación con el mundo, como lo sugiere también el Papa Pablo VI en la Encíclica Ecclesiam Suam. El camino del diálogo fue propuesto nuevamente por el Papa Francisco, no como un recurso táctico, sino como un efecto de la configuración de la Iglesia con respecto a Cristo mismo y al hecho de ser “humildes de corazón”: “Afirmar que la Iglesia debe entablar un diálogo no depende de una moda, menos aún de una estrategia para que aumente el número de sus miembros. Si la Iglesia debe entablar un diálogo es por fidelidad a su Señor y Maestro que, desde el comienzo, movido por el amor, ha querido dialogar como amigo e invitarnos a participar de su amistad”. En esta perspectiva, el Papa Francisco recordó las figuras de dos “hermanos mayores” que en las tierras norteafricanas de mayoría islámica han descubierto el camino: San Francisco de Asís, que “en plena Cruzada fue a encontrarse con el Sultán al-Malik". al-Kamil”, y el beato Charles de Foucauld quien, profundamente marcado por la vida humilde y oculta de Jesús en Nazaret, a quien adoraba en silencio, quería ser un “hermano universal”.

En su discurso, el Papa Francisco también señaló la caridad activa como un terreno privilegiado para vivir el don de la fe cristiana al abrazar a todos los demás que pertenecen a la “familia humana”, incluso en tierras donde los bautizados son pocos. “Recuerdo una vez, hablando con un sacerdote que se encontraba como vosotros en un lugar donde los cristianos son minoría, me contaba que la oración del “Padre nuestro” había adquirido una resonancia especial en él porque, rezando en medio de personas de otras religiones, sentía con fuerza las palabras “danos hoy nuestro pan de cada día”. La oración de intercesión del misionero también por ese pueblo, que en cierta medida le había sido confiado, no para administrar sino para amar, lo llevaba a rezar esta oración con un tono y un gusto especiales. El consagrado, el sacerdote, lleva a su altar con su oración la vida de sus compatriotas y mantiene viva, como a través de una pequeña grieta en esa tierra, la fuerza vivificante del Espíritu. Qué hermoso es saber que, en los distintos rincones de esta tierra, en vuestras voces, la creación implora y sigue diciendo: “Padre nuestro”, aseguró el Papa quien añadió: “Una oración que no distingue, no separa, no margina, sino que se hace eco de la vida del prójimo; oración de intercesión que es capaz de decir al Padre: “Venga tu reino”. No con la violencia, el odio o la supremacía étnica, religiosa, económica, sino con la fuerza de la compasión derramada en la Cruz por todos los hombres. Esta es la experiencia vivida por la mayor parte de vosotros”.
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