Ciudad del Vaticano – “Los niños son nuestro presente, más que nuestro futuro: y lo cuidamos haciéndoles experimentar la alegría, la oración y el compartir incluso ante las dificultades. Y con un espíritu verdaderamente universal: me gustaría recordar que, durante el terremoto en el centro de Italia, los niños de la República Centroafricana, un país muy pobre, renunciaron a una comida para ayudar a sus coetáneos afectados”: así lo dice a la Agencia Fides la hermana Roberta Tremarelli, Secretaria general de la Obra Pontificia de la Infancia Misionera - una de las cuatro Obras Misionales Pontificias - en la víspera del 6 de enero, solemnidad de la Epifanía, en la que en muchos países del mundo se celebra la Jornada especial de la Infancia Misionera o Jornada misionero de los niños.
La religiosa explica a la Agencia Fides: “la Jornada de la Infancia Misionera nace con el propósito de tener un día específico durante el año en el que involucrar a los niños en todos los países del mundo de una manera especial. Se celebra en diferentes períodos y formas, de acuerdo con el calendario y los diferentes contextos, con el objetivo de educarles en el espíritu misionero de atención a otros niños, a través de la oración, las ofrendas y el intercambio”.
Fue el Papa Pío XI quien instó que se instituyese esta Jornada para dar más atención a la Obra Pontificia de la Infancia Misionera: “La Obra se basa en el ejemplo de Cristo que ponía a los niños en el centro y trata de cuidar de los niños para que aprendan desde su tierna edad a compartir”, explica la Hermana Tremarelli. La Santa Infancia fue creada a mediados del siglo XIX por el obispo francés Toussaint de Forbin-Janson, quien, según la Secretaria General, “para hacer frente a la trágica condición de los niños de China, comenzó a sensibilizar a los niños en Francia, pidiéndoles una oración al día y un centavo al mes. Era una novedad. Durante siglos, el niño había permanecido solo como receptor de atenciones; pero en ese momento se vuelve sujeto, aquel que puede hacer una contribución en primera persona. De esta forma se educa al espíritu misionero, a estar atentos a las necesidades de los demás”.
La hermana Roberta recuerda que “hoy en muchas partes del mundo la infancia es violada, maltratada, explotada. La Obra Pontificia de la Infancia Misionera recibe solicitudes de ayuda y de subsidios de todo el mundo, la mayoría de ellos para la educación escolar. De hecho, especialmente en África, las escuelas son pocas o están lejos de los asentamientos humanos y los niños tienen que viajar muchas millas al día para asistir a la escuela”. Además del sector educativo que es crucial, la Obra interviene en áreas como la protección de la vida y la educación cristiana: “Todo ello para restaurar la dignidad en la vida de los niños”, observa.
La Obra de la Infancia Misionera fue iniciada en 1843 por Mons. Toussaint de Forbin-Janson, Obispo de Nancy, para educar a los muchachos en el espíritu misionero, haciéndoles conscientes de las necesidades de sus coetáneos en los países de misión, con la ofrenda de oraciones y de ayuda material. En 2018 se cumplen los 175 años de su fundación. Según los últimos datos facilitados a la Agencia Fides, en 2016 la Opera de la Santa Infancia ha concedido subsidios a 2.621 proyectos, en los cinco continentes, por un total de 15,6 millones de dólares.
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