Trujillo – La vida, la fe y la Iglesia no comienzan con nosotros. El discípulo cristiano hace bien en “saber que no es ni será nunca el Mesías”. Y, sobre todo, los sacerdotes, las personas consagradas y todos los que participan en el anuncio apostólico de la Iglesia no deben tener la pretensión de "reemplazar al Señor" con sus obras, sus actividades y misiones. Más bien, su llamada se cumple cuando caminamos con alegría detrás de Cristo, sabiendo también "reírnos de nosotros mismos", recordando el día y la hora en que fuimos "tocados por la mirada del Señor", y reconociendo que la fe se comunica "Por contagio", también "en este mundo fragmentado que nos a tocado vivir". El discurso del Papa Francisco dirigido a los sacerdotes, religiosos y religiosas y seminaristas en el norte del Perú, en el Colegio Seminario San Carlos y San Marcelo, en la tarde del sábado 20 de enero ha sido rico de sugerencias liberadoras y concretas
Una fe “memoriosa”
“Nuestra fe, nuestra vocación” ha dicho el Papa, recordando san Toribio de Mogrovejo y las generaciones de “evangelizadores” que se formaron en el Seminario San Carlos y San Marcelo “es memoriosa porque sabe reconocer que ni la vida, ni la fe, ni la Iglesia comenzó con el nacimiento de ninguno de nosotros: la memoria mira al pasado para encontrar la savia que ha irrigado durante siglos el corazón de los discípulos, y así reconoce el paso de Dios por la vida de su pueblo”.
“No somos el Mesías”
Come sucedió a san Juan el Bautista – ha continuado el obispo de Roma – todo discípulo cristiano sabe “no es ni será nunca el Mesías, sino sólo un invitado a señalar el paso del Señor por la vida de su gente… Nosotros consagrados no estamos llamados a suplantar al Señor, ni con nuestras obras, ni con nuestras misiones, ni con el sinfín de actividades que tenemos para hacer”. A los sacerdotes y a los religiosos se les pide solo “trabajar con el Señor, “codo a codo, pero sin olvidarnos nunca de que no ocupamos su lugar”. La tarea evangelizadora nos empuja a actuar sin olvidar nunca que “somos discípulos del único Maestro. El discípulo sabe que secunda y siempre secundará al Maestro. Y esa es la fuente de nuestra alegría. ¡Nos hace bien saber que no somos el Mesías!”. Tal reconocimiento “libra de creernos demasiado importantes, demasiado ocupados”. Y también el saber reírse de sí mismo es signo de que no somos victimas del “neopelagianismo autorreferencial y prometeico de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y, se sienten superiores a otros”.
Tocados por Su mirada
Siguiendo las huellas de los apóstoles, que - como confirman los Evangelios – recordaban el día y la hora de su primer encuentro con Jesús, el Papa Francisco ha invitado a sus interlocutores a “recordar siempre esa hora, ese día clave para cada uno de nosotros en el que nos dimos cuenta que el Seór esperaba algo más de nosotros. La memoria de esa hora en la que fuimos tocados por su mirada. Las veces que nos olvidamos de esta hora” ha añadido el Sucesor de Pedro “nos olvidamos de nuestros orígenes, de nuestras raíces; y al perder estas coordenadas fundamentales dejamos de lado lo más valioso que un consagrado puede tener: la mirada del Señor”.
Los “primeros pasos” en la espiritualidad del pueblo
La invitación a hacer memoria de la historia a la cual se pertenece y de la primera llamada recibida de Cristo – ha subrayado el Papa – abraza también la gratitud por las oraciones aprendidas de niños. “Muchos, a la hora de ingresar al seminario o a la casa de formación” ha recordado el Papa “ fuimos formados con la fe de nuestras familias y vecinos. así fue como dimos nuestros primeros pasos, apoyados no pocas veces en las manifestaciones de piedad y espiritualidad popular” El pueblo peruano – ha seguido - ha demostrado un enorme cariño a Jesucristo, a la Virgen, a sus santos y beatos en tantas devociones populares, en esos santuarios donde muchos peregrinos toman decisiones que marcan sus vidas”. El Papa ha invitado a los sacerdotes y a los religiosos peruanos a no transformarse en “profesionales de lo sacro” que se olvidan del proprio pueblo, pierden la memoria y el respeto “de quienes les enseñaron a rezar”. El Papa de forma imprevista ha recordado que el mes pasado, durante una reunión con maestros de novicios y padres espirituales, «ale la pregunta: “¿Cómo le enseñamos a rezar a los que entran?”. Se puede dar algunos manuales para aprender a meditar, o decir haz esto o aquello, pero en general, los hombres y mujeres más sensatos que tienen este cargo de maestros de novicios o de padres espirituales o rectores de seminarios optan por decir que sigan rezando como les enseñaron en casa. Y después, poco a poco, los van haciendo avanzar en otro tipo de oración”. Es decir, rezar, “como te enseñó tu madre, como te enseñó tu abuela. Esta es la fe a seguir. No desprecien la oración casera porque es la más fuerte”.
El “signo” de la gratitud
Algo que confirma la bondad y la autenticidad del camino realizado por un sacerdote o consagrado – ha insistido el Papa francisco - es el don de una conciencia agradecida. “Sin agradecimiento podemos ser buenos ejecutores de lo sagrado, pero nos faltará la unción del Espíritu para volvernos servidores de nuestros hermanos, especialmente de los más pobres. El Pueblo de Dios tiene olfato y sabe distinguir entre el funcionario de lo sagrado y el servidor agradecido. Sabe reconocer entre el memorioso y el olvidadizo. El Pueblo de Dios es aguantador, pero reconoce a quien lo sirve y lo cura con el óleo de la alegría y de la gratitud”.
La fe contagiosa
En cuanto a los acontecimientos de los primeros discípulos, Andrea que corre a decirle a su hermano Simón Pedro del encuentro de Jesús, el sucesor de Pedro ha recordado que desde entonces y para siempre la fe cristiana es comunicada por el contagio de la gracia, y no por estrategias sofisticadas de proselitismo: “La fe en Jesús se contagia, no puede confinarse ni encerrarse; y aquí se encuentra la fecundidad del testimonio: los discípulos recién llamados atraen a su vez a otros mediante su testimonio de fe, del mismo modo que en el pasaje evangélico Jesús nos llama por medio de otros. La misión brota espontánea del encuentro con Cristo. Andrés comienza su apostolado por los más cercanos, por su hermano Simón, casi como algo natural, irradiando alegría. Esta es la mejor señal de que hemos «descubierto» al Mesías”.
“En el mundo fragmentado que nos toca vivir”
El milagro de una fe comunicada por contagio también puede suceder “en el mundo fragmentado que nos toca vivir”. Y la fragmentación – ha notado el Papa Francisco – no es algo que se da
solo en el mundo, sino que también toca a la iglesia: “las divisiones, guerras, aislamientos los vivimos también dentro de nuestras comunidades, dentro de nuestros presbiterios, dentro de nuestras Conferencias episcopales ¡y cuánto mal nos hacen!” Para frenar las heridas y los conflictos en la estructura eclesial - ha sugerido el Papa, concluyendo su discurso - debemos tener en cuenta que la comunión “no es lo mismo que pensar todos igual, hacer todos lo mismo”. Reconociendo que “sólo el Señor tiene la plenitud de los dones, sólo Él es el Mesías. Y quiso repartir sus dones de tal forma que todos podamos dar lo nuestro enriqueciéndonos con lo de los demás”. .
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