Santiago del Cile – La Iglesia no necesita “superhéroes”, sino solo experimentar el perdón de Cristo y la redención que Él le da a través de sus heridas. Y este dinamismo anima cada trabajo apostólico y cada camino cristiano. Así lo ha repetido el Papa Francisco en su encuentro del martes 16 de enero con los sacerdotes chilenos, religiosos, religiosos, consagrados, consagrados y seminaristas en la Catedral de Santiago, Chile. El largo discurso del Obispo de Roma ha afrontado sin dudar el difícil momento que atraviesa la Iglesia en Chile, un tiempo “de turbulencias y desafíos” descrito también por el Cardenal Ezzati en su discurso al Santo Padre: “Conozco” ha dicho el Papa Francisco “dolor que han significado los casos de abusos ocurridos a menores de edad y sigo con atención cuánto hacen para superar ese grave y doloroso mal”. El Papa también ha decalrado que sabe que los sacerdotes en Chile “han sufrido insultos en el metro o caminando por la calle”, y que “ir ‘vestido de cura’ en muchos lados se está ‘pagando caro'” . Frente a este momento difícil y desconcertante, el Papa ha desarrollado su intervención invitando a todos a mirar la experiencia de San Pedro y la primera comunidad de discípulos, un paradigma de todo camino cristiano.
No somos mejores
Tras la muerte de Cristo en la cruz – ha recordado el obispo de Roma – también Pedro y los apóstoles vivieron “las horas del desconcierto y la turbación” en la vida de discípulos. Las horas en las que uno se encuentra “con las redes vacías”, sin “grandes aventuras que contar”. Y se puede sufrir la “tentación de pensar que todo está mal, y en lugar de profesar una 'buena nueva', lo único que profesamos es apatía y desilusión. Así – ha proseguido el Papa - cerramos los ojos ante los desafíos pastorales creyendo que el Espíritu no tendría nada para decir. Así nos olvidamos que el Evangelio es un camino de conversión, pero no sólo de 'los otros', sino también de nosotros”. En esa hora de la verdad - ha remarcado el Papa – también Pedro - y con él todos los apóstoles – tiene experiencia de su limitación, de su fragilidad, de su ser pecador. Pedro el temperamental, el impulsivo jefe y salvador, con una buena dosis de autosuficiencia y exceso de confianza en sí mismo y en sus posibilidades tuvo que someterse a su debilidad y pecado. Él era tan pecador como los otros, era tan necesitado como los otros, era tan frágil como los otros”. A nosotros – ha añadido el Papa - “Como discípulos, como iglesia, nos puede pasar lo mismo, hay momentos en los que nos confrontamos no con nuestras glorias, sino con nuestra debilidad. Horas cruciales en la vida de los discípulos, pero en esa hora es también donde nace el apóstol”. Porque ante el apóstol que ha fallado, “Jesús no va al reproche ni a la condena. Lo único que quiere hacer es salvar a Pedro. Lo quiere salvar del peligro de quedarse encerrado en su pecado, de que quede 'masticando' la desolación fruto de su limitación; del peligro de claudicar, por sus limitaciones, de todo lo bueno que había vivido con Jesús”.
Solo la experiencia de la misericordia de Cristo que perdona – ha señalado el Papa Francisco a los sacerdotes chilenos, religiosos y religiosas - puede dar nueva vida a los discípulos perdidos, puede transfigurar su dolor y resucitarlos de las caídas: “¿Qué es” ha preguntado el Papa “lo fortalece como apóstol a Pedro? ¿Qué nos mantiene a nosotros apóstoles? Una sola cosa: «fuimos tratados con misericordia» . En medio de nuestros pecados, límites, miserias; en medio de nuestras múltiples caídas, Jesucristo nos vio, se acercó, nos dio su mano y nos trató con misericordia…. No estamos aquí” ha continuado el Sucesor de Pedro “porque seamos mejores que otros. No somos superhéroes que, desde la altura, bajan a encontrarse con los “mortales”. Más bien somos enviados con la conciencia de ser hombres y mujeres perdonados. Y esa es la fuente de nuestra alegría”.
Una iglesia con llagas
En el perdón recibido por Cristo, que cura las heridas, los sacerdotes, los consagrados y todos los bautizados participan en el misterio de la salvación que Cristo dona, no proponiendo ideas religiosas, sino a través de sus heridas. Y la experiencia de ver las propias heridas curadas y perdonadas por Jesús permite a los sacerdotes, a las personas consagradas y todos los bautizados abrazar las limitaciones y tristezas del mundo, ir a encontrarse con otros tal como son, anunciando la salvación del Evangelio, tratando a todos con misericordia: “Somos consagrados, pastores” ha dicho el Papa “al estilo de Jesús herido, muerto y resucitado. El consagrado es quien encuentra en sus heridas los signos de la Resurrección; es quien puede ver en las heridas del mundo la fuerza de la Resurrección. Es quien, al estilo de Jesús, no va a encontrar a sus hermanos con el reproche y la condena. Él - ha proseguido el Papa – “no se presenta a los suyos sin llagas; precisamente desde sus llagas es donde Tomás puede confesar la fe. Estamos invitados a no disimular o esconder nuestras llagas. Una Iglesia con llagas es capaz de comprender las llagas del mundo de hoy y hacerlas suyas, sufrirlas, acompañarlas y buscar sanarlas. Una Iglesia con llagas no se pone en el centro, no se cree perfecta, sino que pone allí al único que puede sanar las heridas y tiene nombre: Jesucristo”.
La oración del cardenal Silva Henríquez
Las llagas de Cristo, que se convierten en “camino de Resurrección”, y no proteccionismos clericales o complicadas estrategias pastorales, representan – añadido lo ha sugerido el Papa Francisco - el criterio de autenticidad de cada experiencia eclesial:
“Renovar la profecía” ha subrayada Papa Francisco “Renovar la profecía es renovar nuestro compromiso de no esperar un mundo ideal, una comunidad ideal, un discípulo ideal para vivir o para evangelizar, sino crear las condiciones para que cada persona abatida pueda encontrarse con Jesús. No se aman las situaciones ni las comunidades ideales, se aman las personas. El reconocimiento sincero, dolorido y orante de nuestros límites, lejos de alejarnos de nuestro Señor – ha añadido el Papa - nos permite volver a Jesús sabiendo que «Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece”.
Concluyendo su intervención, el Papa ha invitado a todos los presentes a escribir” en “su corazón” un proprio “testamento espiritual”; al estilo del modelo de la oración escrita por el cardenal chileno Raúl Silva Henríquez. “La Iglesia que yo amo es la Santa Iglesia de todos los días… la tuya, la mía, la Santa Iglesia de todos los días... Jesucristo, el Evangelio, el pan, la eucaristía, el Cuerpo de Cristo humilde cada día. Con rostros de pobres y rostros de hombres y mujeres que cantaban, que luchaban, que sufrían. La Santa Iglesia de todos los días”. .
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