Asunción – “Los Obispos del Paraguay, reunidos en la 227ª Asamblea Plenaria Ordinaria en un contexto inusual para la vida de la Iglesia y del país por la situación sanitaria, en un clima de oración y de fraternal afecto, queremos caminar junto a nuestro pueblo para compartir la fe, la esperanza y la caridad desde nuestra misión evangelizadora. Con renovada insistencia y apremio, queremos recordar que somos hermanos y que nos necesitamos todos”. Con estas palabras comienza el mensaje de la Conferencia Episcopal Paraguaya publicado al final de la Asamblea Ordinaria, celebrada del 2 al 6 de noviembre, en conexión virtual.
Los obispos recuerdan que “la pandemia de covid-19 ha cambiado nuestros planes y proyectos, afectando muchos aspectos de nuestra vida”, “es un tiempo difícil, de mucha incertidumbre, marcado por el sufrimiento, el dolor y el luto de muchas familias”, “muchos compatriotas se encuentran en dificultades financieras y se han perdido empleos, posibilidades de estudio, inversiones y modos de subsistencia”.
En lo que se refiere a la vida de la Iglesia, durante varios meses, no ha sido posible celebrar los sacramentos de manera presencial y, aún hoy, se celebra con un número limitado de personas, además muchos, por su edad o su condición de salud, siguen sin poder acceder a la gracia eucarística. “La necesidad nos ha vuelto creativos y hemos superado los obstáculos para estar cerca de nuestro pueblo y acompañarlo en sus necesidades espirituales y también materiales – continúan -. Toda esta dramática situación pone de manifiesto nuestras vulnerabilidades como individuos y como sociedad. Muchas certezas y seguridades, en las que basamos nuestra vida diaria, se han debilitado; hecho que lleva a plantearnos preguntas centrales sobre la felicidad y lo que es, de verdad, más importante en la vida”.
Luego recuerdan: “Con sentido de fe cristiana, descubrimos que Dios nos llama en todo lo que estamos pasando, a sentir y vivir lo que el Papa Francisco, ha sabido decirnos con su última encíclica. Somos hermanos, los unos de los otros, y debemos amarnos como Jesús nos amó”.
Los obispos también señalan que las dificultades y las necesidades del prójimo han motivado múltiples gestos de solidaridad y caridad de personas, instituciones y empresas, por lo que dan gracias a Dios “por el compromiso heroico del personal médico y sanitario, por los bomberos voluntarios, los uniformados militares y policías, y por todas aquellas personas que cumplen servicios y funciones fundamentales, que están ofreciendo y exponiendo su salud y sus vidas por los demás”. Además, agradecen de forma especial, a los sacerdotes, a las personas consagradas, agentes de pastoral y a los voluntarios de las parroquias y comunidades eclesiales, “que no han escatimado esfuerzos y sacrificios para servir al prójimo en sus necesidades espirituales y básicas”.
En la comunidad paraguaya hay muchas cosas positivas y muchas por mejorar y cambiar para el crecimiento de la sociedad. En particular, los obispos citan cinco aspectos: la corrupción pública y privada, la fragilidad e ineficacia de muchas instituciones, la pobreza, la situación de los pueblos indígenas y la criticidad del sistema educativo.
En la parte de la conclusión del mensaje exhortan: “Necesitamos fortalecer la reconciliación entre todos los compatriotas y devolver la seguridad a la vida de todos. El camino de la violencia no es el que debemos transitar, para conquistar la justicia social que queremos. Debemos promover un pacto social, fundado en una justicia transparente, objetiva y eficiente, y en un compromiso común de buscar soluciones integrales e integradoras”.
Por eso hacen un llamado a todos los paraguayos, pero principalmente a las autoridades, a sentirse responsables de la construcción “de una sociedad más justa, más fraterna y equitativa, junto con los desarrollos sociales y económicos que necesita y exige nuestro país”, por lo que invitan “a los poderes públicos, a los líderes políticos, sociales y económicos, que no ahorren esfuerzos para propiciar un diálogo social abierto, participativo y transparente, que conduzca a definir e implementar las políticas y acciones adecuadas a este tiempo”.
La exhortación final del mensaje subraya que “el mayor bien que todos debemos cuidar es el hermano, el prójimo”. Por ello, “caminamos juntos, aportando desde nuestra misión evangelizadora, con la ayuda de nuestras estructuras pastorales y con la entrega al servicio de la vida, el don de Dios más preciado. Nos encomendamos a la protección de nuestra Madre Santísima, la Virgen de Caacupé”.
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