Addis Abeba – Llevan días las tropas etíopes luchando contra las milicias del Frente de Liberación Popular de Tigray a las afueras de Macallè , la capital de la provincia de Tigray. Ayer, 26 de noviembre, el presidente Abiy Ahmed ordenó la ofensiva final contra la ciudad habitada por medio millón de personas .
Los combates están siendo muy duros. La batalla tuvo lugar principalmente cerca de Wukro, una ciudad no lejos de la capital de Tigray. Las tropas gubernamentales no lograron abrirse paso porque la resistencia de los milicianos fue muy tenaz. El riesgo es que la ofensiva se reanude con fuerza después de la orden de ataque del primer ministro etíope Abiy Ahmed y la resistencia que están oponiendo los combatientes de Tigray. Así lo narra Rosa Anna Mancini, profesora italiana de arquitectura en la Universidad de Macallè, que huyó de los combates hace unos días.
En octubre, Rosa Anna había regresado a Tigray para retomar las clases tras la suspensión por la cuarentena impuesta con motivo de la pandemia de coronavirus. “Regresé porque la situación me parecía, después de todo, tranquila. Tras las elecciones autonómicas, el enfrentamiento entre los gobiernos federal y autonómico se ciñó a la polémica política, a la confrontación verbal. La propia población local no creía que estallara un conflicto”.
La situación empeoró el 3 de noviembre. En el aeropuerto de Macallè tuvo lugar un enfrentamiento entre las fuerzas leales a Addis Abeba y las milicias del TPLF. “Fue la gota que colmó el vaso. Comenzaron los enfrentamientos y la vida de la población civil empezó a ser muy difícil”, continúa Rosa Anna.
La fuerza aérea de Addis Abeba ha comenzado a bombardear Tigray. Los aviones lanzaron bombas también en la periferia de Macallè. “Yo misma he visto aviones militares sobrevolar la ciudad y lanzar bombas. Una situación realmente difícil, los objetivos no eran solo los campamentos militares, sino también los barrios residenciales. Unos días antes de irme, un avión fue derribado por baterías antiaéreas. Una motocicleta transportaba los restos para mostrar que las fuerzas etíopes no estaban resistiendo”.
Se bloquearon todas las vías de comunicación, carreteras y puentes, pero también las líneas telefónicas. El dinero empezó a agotarse y también el combustible. “Había comida, pero la gente tenía miedo de quedarse sin suministros y por eso acumulaba comida en casa. Se cortó la luz por un tiempo, luego se reanudó, pero no había luz toda la jornada”, explica la italiana.
Rosa Anna fue evacuada junto a 200 extranjeros. “Más que un viaje fue una odisea. Tuvimos que atravesar la región de Afar y luego bajar a Addis Abeba. Durante el viaje fuimos testigos de una escena muy dura. Los soldados etíopes se desquitaron con algunos tigrayanos con pasaportes extranjeros. Si no hubiera sido por la intervención de algunos mediadores, probablemente hubiera terminado mal para esas personas”, concluye.
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