Bishkek – “No es de extrañar que Sadyr Japarov fuera el ganador, con casi el 80% de los votos, en las elecciones presidenciales de Kirguistán. El dato significativo es otro: ayer también se realizó el referéndum constitucional en el que se preguntó a los electores si preferían continuar con un sistema parlamentario institucional o pasar a un sistema presidencial. Los resultados preliminares muestran que hubo una clara mayoría que prefiere la segunda opción. La situación en Kirguistán, por tanto, no parece ser precisamente de color de rosa: tienen un presidente polémico, que estuvo en prisión hasta hace cuatro meses y que está acusado de estar vinculado, más o menos explícitamente, a organizaciones criminales locales. A esto hay que agregar que avanzamos hacia un sistema presidencialista: que, si en sí mismo no es un problema, podría conducir a actitudes de autoritarismo, si se inserta en un contexto como el de Kirguistán en esta etapa histórica. Esto no sería nuevo para Asia Central, una zona en la que ya existen regímenes autoritarios, pero llama la atención lo que ocurre en Kirguistán, que siempre ha sido visto como el país insignia de la democracia en esa zona geográfica”. Así lo explica en una entrevista con la Agencia Fides, analizando la situación, Davide Cancarini, investigador y experto en política centroasiática, quién comenta las elecciones presidenciales y el referéndum constitucional, celebrado ayer 11 de enero, en Kirguistán.
La nueva vuelta electoral se hizo necesaria tras el caos del pasado 4 de octubre. De hecho, en las horas posteriores a la votación, la evidencia del fraude sacó a las calles de Bishkek, la capital del país centroasiático, a un nutrido grupo de manifestantes, exigiendo la cancelación de las elecciones, de las que resultó vencedor el filo-ruso Sooronbay Jeenbekov. Los manifestantes ocuparon edificios gubernamentales y liberaron a políticos encarcelados, incluidos el ex presidente Almazbek Atambayev y Sadyr Japarov, posteriormente nombrado primer ministro y presidente. Según informes del Ministerio de Salud de Kirguistán, los enfrentamientos se saldaron con un muerto y 590 heridos.
La crisis fue superada sólo diez días después de las elecciones, con la dimisión del primer ministro Kubatbek Boronov, del presidente del Parlamento Dastanbek Jumabekov y del propio presidente electo Jeenbekov. Esta situación llevó a una centralización de poderes en manos de Sadyr Japarov, nombrado, en pocas horas, primer ministro y presidente interino. Luego, Japarov renunció a este cargo para presentarse como candidato en las nuevas elecciones. Según Cancarini, el período anterior a las elecciones de ayer no se caracterizó por ninguna inestabilidad particular: “Después del caos postelectoral del 4 de octubre, la situación se normalizó, la campaña electoral fue completamente normal. No ha habido enfrentamientos ni crisis en el país. Pero la participación ha sido muy baja, equivalente a aproximadamente el 33% de la población. En las elecciones de 2017, se superó de mucho el 50%: esto denota un desafecto muy fuerte de los ciudadanos hacia la política”.
Uno de los desafíos a los que se enfrentará el gobierno de Kirguistán es el de la pobreza: según el Banco Asiático de Desarrollo, el 22,4% de la población de Kirguistán vive por debajo del umbral de pobreza. El trabajo de la pequeña comunidad católica se dirige sobre todo a este grupo de personas: unos 1.500 fieles, que llevan a cabo numerosos proyectos basándose en la caridad y la educación, especialmente centrados en los jóvenes de familias pobres y pueblos rurales.
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