Bangui – “Belemboké, a 500 km al suroeste de Bangui, es una misión de solo pigmeos al borde del bosque”, explica a la Agencia Fides el padre Federico Trinchero, un misionero carmelita en Bangui, que visitó la parte sur del país.
“Los únicos no pigmeos en el pueblo son dos sacerdotes africanos, – el padre Anselme y el padre Sèrge -, tres hermanas de América Latina, - Sor Melania, Sor Alba Maria, Sor Margarita -, y la maestra de la escuela primaria”, describe el misionero.
“Los pigmeos, me explican mis hermanos, son los verdaderos habitantes de República Centroafricana. Aquí los puso el buen Dios mientras que los otros habitantes del país pertenecen al grupo étnico bantú, que llegó aquí después de las migraciones. En Belemboké, la parroquia y el pueblo nacieron juntos en 1973 por iniciativa del padre Lambert, un valiente sacerdote francés. Este misionero notó que los pigmeos vivían muy a menudo empleados por otros grupos étnicos casi como sirvientes.
El sacerdote favoreció el nacimiento de un pueblo de solo pigmeos que construyeron alrededor de su iglesia sus típicas casitas de ramas y hojas entrelazadas en forma de iglú. El misionero también dio a los pigmeos, junto con el Evangelio, la libertad y la dignidad, preservando su cultura y tradiciones. Y entre los elementos más interesantes de la cultura pigmea, en un contexto en el que la poligamia estaba muy extendida, encontró cómo promover la práctica de una monogamia rigurosa acorde con la concepción cristiana del matrimonio.
Obviamente, la iniciativa del padre Lambert no complació a los empleadores de los pigmeos por lo que el sacerdote fue amenazado. Pero en su defensa intervino Bokassa, el famoso gobernante de lo que en ese momento era el Imperio Centroafricano, quien declaró que cualquiera que hiciera daño al sacerdote hacía daño al propio emperador. “Desde entonces, los pigmeos continúan viviendo en paz al margen de los acuerdos de paz que se acaban de firmar en Jartum”, concluye el padre Federico.
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