Christchurch - “Es un acto horrible que condenamos con todas nuestras fuerzas. No esperábamos algo así en nuestra tranquila comunidad de Christchurch. Estamos conmocionados, como toda la nación. Expresamos toda nuestra solidaridad con las familias afectadas y con la comunidad islámica. Confiemos a Dios las vidas rotas y el sufrimiento causado por la masacre de inocentes”. Son las palabras enviadas a la Agencia Fides por el obispo Emérito de Christchurch, John Basil Meeking, que expresa todo el dolor por la masacre que tuvo lugar hoy en dos mezquitas en la ciudad de Christchurch, en Nueva Zelanda, donde viven 600.000 personas, incluidos 70.000 mil católicos. Un comando de cuatro personas ha cometido los asesinatos. Estaban liderados por el veintiocho australiano, Brenton Tarrant. Los ataques tuvieron lugar alrededor de las 13:40 hora local y el número de muertos es de al menos cuarenta y nueve. La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinta Arden, declaró inmediatamente que “este es uno de los días más oscuros de Nueva Zelanda. Nos enfrentamos a un acto de violencia sin precedentes”.
Monseñor Patrick James Dunn, obispo de Auckland y presidente de la Conferencia Episcopal de Nueva Zelanda, envió un mensaje a todas las comunidades católicas de la nación solicitando incluir una oración especial por las víctimas en todas las misas que se celebren el próximo domingo 17 de marzo.
El director de las Obras Misionales Pontificias de Nueva Zelanda, el padre verbita Bernardo Epiritu, comenta a la Agencia Fides: “Estamos asombrados porque la nuestra es una nación que practica la convivencia pacífica entre diferentes culturas y religiones. Evidentemente, algunos grupos de extrema derecha albergan sentimientos islamófobos o de “supremacía blanca”. Pero puedo decir que en la sociedad, entre la gente común, no hay sentimientos antirracistas ni musulmanes. Este es un acto execrable, completamente inesperado. En nuestra sociedad hay actualmente una mezcla de culturas y etnias, para la inmigración, un fenómeno histórico y actual. Incluso la Iglesia Católica se está revitalizando gracias a la contribución de los inmigrantes católicos provenientes de países asiáticos y también de América del Sur. En general, el sentimiento de aceptación hacia los refugiados e inmigrantes es generalizado, sin discriminación por motivos religiosos. Como comunidad católica podemos contribuir a promover la paz, la tolerancia y la convivencia, para que los venenos del odio y el miedo no permitan que vuelva a derramarse sangre inocente”.
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