Bogotá – “Se cree erróneamente que el perdón es solo un recurso religioso o espiritual, pero el perdón también es una virtud política”. Con esta perspectiva, la Fundación para la Reconciliación , -fundada y presidida por el sacerdote colombiano Leonel Narváez, misionero de la Consolata-, hace una importante contribución al proceso de paz en Colombia y a la reconstrucción del tejido social en 21 países.
En diálogo con la Agencia Fides, el padre Narváez explica que la propuesta de la “cultura cívica del perdón” se está estableciendo en la sociedad colombiana. “Estamos tratando de llegar a varios ámbitos con esta cultura”, afirma. En el marco de la justicia restaurativa, la Fundación ha desarrollado cuatro programas con los que llega a las zonas más afectadas por el conflicto, tanto rurales como urbanas, trabajando junto a otras organizaciones civiles y religiosas. Según los religiosos, “la verdadera justicia es la que reconstruye y no la que elimina o castiga. En este sentido, estamos convencidos de que el perdón es y será reconocido como un derecho humano, tanto para el ofensor como para el ofendido”.
El perdón para la Fundación es “un proceso de introspección en el que la víctima da un nuevo significado a la memoria de una ofensa y recupera la seguridad personal; al mismo tiempo, incluye cómo manejar el dolor, sin rencor ni venganza, abriendo nuevas perspectivas sobre la vida”. El perdón, dice el misionero, tiene dos hermanas: la justicia, que restaura, y la compasión, que fortalece. De hecho, el sacerdote concluye que “el perdón es la medicina más poderosa que una persona puede ofrecerse a sí misma. Sin perdón, la víctima sigue siendo víctima para siempre”. Sobre esta base, las víctimas buscan la reconciliación con el agresor, de acuerdo con una metodología gradual.
El padre Leonel es optimista sobre la fase que atraviesa su país: “La situación es compleja pero estamos en la fase delicada del posconflicto”. Según la experiencia internacional, señala que “se tarda de tres a cinco años en llegar a una situación de normalidad” y 15 años de media para la plena aplicación de los acuerdos de paz. “En este sentido, todavía hoy hay críticas hacia el sistema de justicia en una fase de transición, pero estamos en un momento de estabilización progresiva; encontraremos paz, con calma y serenidad”, desea. “La paciencia es la consigna. La gente tiende a pensar que el día después de la firma de la paz ya todo comienza a estar bien pero la paz ha de construirse. La paz es como un bebé, que al principio es muy frágil, pero luego crece y se fortalece”.
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