Bangui – “¿Qué es verdad?”, pregunta monseñor Tadeusz Kusy, obispo de Kaga-Bandoro, en el centro-norte de la República Centroafricana, quejándose de la falta de transparencia con la que opera la Minusca en la gestión de los desplazados locales.
En Bandoro más de 15.000 habitantes fueron expulsados de sus hogares por los rebeldes Seleka hace más de 4 años, en febrero de 2014. Estas personas viven a tres kilómetros de la ciudad, en campamentos para desplazados. Según mons. Kusy, las autoridades locales y las de la ONU les envían mensajes contradictorios. Por un lado, invitan a la población a regresar a la vida comunitaria en sus barrios de origen, “pero al mismo tiempo están construyendo estructuras a 3 kilómetros de sus casas y les dicen: ‘Pueden quedarse aquí’. Entonces, ¿dónde está la verdad? No hay verdad en estos programas”, denuncia el obispo.
Mons. Kusy hace hincapié en el drama humano de los desplazados, en particular de “los niños menores de 4 años, nacidos en los campos y que no conocen la vida normal en una casa. Nacieron bajo lonas o bajo un techo de paja. Son niños que están marcados por las cicatrices de la vida, porque desde que nacieron no han conocido la vida de un hogar familiar, en un barrio normal”.
El obispo también denuncia la inseguridad en las vías que conectan los diferentes lugares de la diócesis. Por ejemplo, en julio fue retirado el contingente burundiano de cascos azules que controlaba la carretera entre Bandoro y Ndombetté, dejando el campo abierto a los bandidos que extorsionan a los vehículos de pasajeros.
La inseguridad debida a la presencia de grupos armados y bandidos tiene un fuerte impacto en las actividades pastorales. En la zona de Ndélé a Kaga-Bandoro hay guerrilleros Séléka y mercenarios sudaneses y chadianos que roban vehículos y motocicletas. “Había planeado una visita pastoral a esa zona en diciembre de 2017, pero sólo pude hacerlo en mayo de 2018”, dijo mons. Kusy.
Más grave aún fue el episodio de este verano cuando, de camino a la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, celebrada en Berbérati del 18 al 26 de junio, mons. Kusy y su séquito fueron asaltados por bandoleros. “En el robo la diócesis perdió los documentos contenidos en el ordenador del ecónomo: toda la contabilidad diocesana y toda la documentación de la Caritas diocesana”, relató el obispo.
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