Kara - “El Concilio Vaticano II, y en particular la declaración Nostra Aetate, salvó la actividad misionera de la Iglesia, especialmente en áreas como África, poniendo fin a la vieja práctica evangelizadora, basada en el principio de que el cristianismo es igual a civilización y cultura indígena es lo opuesto. El Consejo abrió una nueva era en la actividad misionera de la Iglesia, y pidió un diálogo constructivo entre el mensaje cristiano y la verdad cultural indígena”, asegura el Padre Donald Zagore, sacerdote de Costa de Marfil y teólogo de la Sociedad para las Misiones Africanas, en una reflexión que, en el mes misionero 2018, ya mira al Mes Misionero Extraordinario de octubre de 2019.
“En realidad, este diálogo habría permanecido puramente utópico si los misioneros no hubieran cultivado el deseo de superar la autoreferencialidad para abrirse a la verdad del otro”. “El verdadero misionero sabe que debe negarse a encerrarse en un etnocentrismo que lo lleva a uno a creer que sus propios ideales son superiores a los del otro, y está llamado a superar toda actitud autorreferencial”, señala.
“Para lidiar con estos problemas, continúa, los misioneros han realizado estudios en profundidad sobre las culturas africanas. La dramática realidad en nuestro continente es que el interés en los estudios africanos era más fuerte en los misioneros extranjeros que en los propios africanos. Muy pocos, de hecho, estaban interesados en invertir seriamente en el estudio de las culturas africanas. Muchos dieron por sentado que era suficiente ser africano y hablar el idioma en el entorno en el que trabajaban. Sin embargo, al ser africano, hablar el idioma local no garantiza un conocimiento efectivo de una realidad social y cultural dinámica y compleja. “Los pocos que han estudiado a fondo la cultura africana han enfrentado muchos problemas que a veces les ha llevado al desaliento y al abandono”.
Refiriéndose a la situación de hoy, el teólogo explica: “Hoy en día, una persona bautizada en África es consciente de ser, en sí misma, misionera. La Iglesia en África se enfrenta a su responsabilidad misionera. Pero para evitar repetir los errores del pasado, que nos han hecho detenernos en estereotipos y prejuicios, necesitamos un compromiso sólido con el estudio de la cultura que nutre el espacio misionero”.
“Es fundamental, entonces, - desea el padre Zagore-, apoyar permanentemente el estudio de las culturas africanas por parte de los propios africanos. Esto es esencial para reinventar la actividad misionera en África, a fin de valorar el bien que se encuentra sembrado en los corazones y las mentes de los hombres, en los ritos y culturas de los pueblos africanos. Este patrimonio es bueno no solo que sea protegido, sino que sea purificado, elevado y perfeccionado para la gloria de Dios”.
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