Asmara - De Eritrea todavía se huye. El final oficial de la guerra con Etiopía no ha detenido el éxodo. Los jóvenes huyen de un régimen opresivo y de una sociedad muy pobre que no ofrece oportunidades de trabajo. Abba Mussie Zerai, sacerdote de la eparquía de Asmara, escribió una carta abierta en la que reprende a la clase dominante de su país: “El de Asmara, -dice en la carta enviada a Fides-, es uno de los regímenes políticos más duros del mundo, una dictadura que suprimió todas las formas de libertad, anularon la constitución de 1997, suprimieron la magistratura, militarizaron a toda la población. Una dictadura que, en una palabra, creó un estado-prisión. Los numerosos informes publicados por diversas instituciones y organizaciones internacionales, así como por las más prestigiosas ONG y asociaciones humanitarias, lo han denunciado durante veinte años. Una prueba son los dos informes finales de las investigaciones realizadas por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, que afirman de forma inequívoca que el régimen ha optado por un sistema de terror convirtiendo a su propio pueblo en esclavo. En el informe de 2016 lleguemos a la conclusión de que existen elementos bien fundados para remitir a los principales líderes del Gobierno a la Corte Penal Internacional”.
En los últimos años muchos eritreos han huido. Una buena parte de ellos se ha quedado en Etiopía, que actualmente alberga a 175 000, y en Sudán, que acoge a 110 000. Pero muchos se dirigen al norte, llegan a Italia y se trasladan a Suiza, Alemania, Holanda, Suecia, Noruega y Reino Unido, Canadá y Estados Unidos.
Muchos eritreos mueren durante el viaje. El símbolo de esta tragedia es el naufragio que tuvo lugar el 3 de octubre de 2013, cuando más de 300 personas murieron. “Como eritreo, - asegura Abba Mussie -, pido que sea posible devolver a Eritrea los cuerpos de las víctimas de la tragedia de Lampedusa y de todos los otros jóvenes refugiados ahogados en el Mediterráneo y enterrados en Italia. Hasta ahora ha habido un rebote de responsabilidad. Es hora de superar estas controversias, en nombre de un principio humanitario fundamental: dar a las familias un lugar para rezar por sus seres queridos”.
En este contexto, el régimen no suaviza su control sobre la población: docenas de presos políticos aún están detenidos en las cárceles, los organismos internacionales no pueden entrar en estos centros y cualquier forma de libertad, empezando por la política y la de religión, no está garantizada. “Incluso recientemente, -continúa Abba Mussie-, han sido arrestados opositores, las escuelas católicas e islámicas han sido cerradas, ocho centros médicos y hospitales católicos han sido bloqueados, mientras que el patriarca de la Iglesia ortodoxa Abune Antonios, detenido en 2004, sigue arrestado después de 14 años”. Y, lanzando un llamamiento a la comunidad internacional, el sacerdote concluye: “No se puede seguir como si no pasase nada, cerrando los ojos a la realidad en nombre de los intereses geoestratégicos y económicos. Se debe dar voz con fuerza a los valores de libertad, democracia, justicia y solidaridad”.
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