VATICANO - Entre los nuevos santos también los protomártires de Brasil, “fruto del trabajo misionero”

Agenzia Fides Roma – Entre los beatos que serán canonizados el 15 de octubre por el Papa Francisco, también hay dos sacerdotes portugueses y un grupo de laicos que fueron martirizados en 1645 en el estado brasileño de Rio Grande do Norte, medio siglo después del comienzo de la evangelización de esas tierras. Dos comunidades, la de Cunhau, dirigida por el padre André de Soveral y la de Natal, cuyo párroco fue el padre Ambrosio Francisco Ferro, fueron masacradas junto con sus pastores a distancia de pocos meses. Su memoria siempre ha estado viva en la comunidad local, ya que les ven como un ejemplo luminosos de fidelidad a la Iglesia y de compromiso misionero.
El arzobispo de Natal, Mons. Jaime Vieira Rocha, ha declarado: “Estos mártires, para nuestra Iglesia y Brasil, son un mensaje perenne de la convicción con la que vivir la fe y, especialmente, en un mundo tan hostil, donde la secularización afecta a todas las instancias de la sociedad y, sobre todo, a la vida humana, es un momento en que volvemos a los valores más elevados, es un mensaje muy elocuente de valores superiores, valores eternos, la sangre derramada por el nombre de Cristo, por la Iglesia y por la gloria de Dios, es una gran bendición para todos nosotros”.
Los misioneros jesuitas y los sacerdotes diocesanos portugueses habían comenzado la evangelización de los indios y el establecimiento de las primeras comunidades católicas en el estado brasileño de Rio Grande do Norte en 1597. Las guerras de religión que conmocionaban Europa y los países colonizados durante ese período alcanzaron esos territorios haciendo desembarcar franceses y holandeses, de fe calvinista, que crearon fuertes conflictos y implantaron la restricción de la libertad de culto para los católicos además de impulsar su persecución.
En el año 1645, se produjeron dos masacres de católicos. El 16 de julio, en la Iglesia de Nuestra Señora de la Purificación y de las Candelas de Cunhau, alrededor de setenta fieles, casi todos campesinos, se reunieron para la misa dominical celebrada por su pastor, el padre André de Soveral, que había estado dedicado a la evangelización de los indios desde 1606 en Rio Grande do Norte. Inmediatamente después de la consagración, un grupo armado de soldados holandeses e indios de las tribus Tapuias y Potiguari irrumpió en la iglesia, cerró las puertas y masacró a los fieles indefensos, excepto cinco portugueses que fueron tomados como rehenes. Además del pastor, el único nombre conocido es el del laico Domingo Carvalho.
El 3 de octubre del mismo año, los miembros de la comunidad de Natal también sufrieron el martirio. Aunque se escondieron para escapar de la persecución, fueron capturados por soldados holandeses junto con su párroco, el padre Ambrosio Francisco Ferro, y reunidos en un lugar aislado cerca de Uruacu, donde unos doscientos indios los atacaron y los dejaron morir entre atroces tormentos, abandonando sus cuerpos a la intemperie y a los animales. Se han verificado los nombres de 28 mártires, hombres y mujeres, entre ellos varios jóvenes y niños.
San Juan Pablo II, en la beatificación de estos mártires, en San Pedro el 5 de marzo del 2000, en concomitancia con los quinientos años de evangelización de Brasil, dijo en su homilía: “En aquel inmenso país, no fueron pocas las dificultades para la implantación del Evangelio. La presencia de la Iglesia se fue consolidando lentamente mediante la acción misionera de varias órdenes y congregaciones religiosas y de sacerdotes del clero diocesano. Los mártires de hoy … pertenecen a esa generación de mártires que regó el suelo patrio, fecundándolo para la generación de los nuevos cristianos. Son las primicias del trabajo misionero, los protomártires de Brasil”.
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