Yangon – “Myanmar necesita curación y reconciliación”: lo dice en una entrevista con la Agencia Fides el cardenal Charles Bo, arzobispo de Yangon, comentando la situación en el país ante el inminente viaje del Papa, que estará en el país del 27 al 30 de noviembre.
¿En que punto está Myanmar, después de los grandes cambios de los últimos años?
Myanmar está en una encrucijada de la historia. Nuestra peregrinación hacia la democracia ha conseguido que todos tengamos más derechos y libertades. Estamos orgullosos de ser ciudadanos de esta gran nación, Myanmar. Estamos orgullosos de ser una nación bendecida con tantos recursos. Esta es una tierra dorada. Y nuestro sueño es hacerla “dorada” para todos, a través de la paz. La paz es el primero de todos los bienes. Los frutos de la paz beneficiarán a niños y jóvenes. Es posible un nuevo Myanmar de paz y prosperidad. Somos una nación con siete grupos étnicos principales y con otros 135 menores. Cada uno de nosotros decora nuestra nación como las flores variopintas de un gran jardín. Los ciudadanos de Myanmar ahora tienen que pensar en construir la paz, el estado y la nación.
¿Qué puede decir sobre la crisis de los musulmanes rohingya, que está en primera página en las crónicas internacionales?
La población del estado de Rakhine ha sufrido trágicos eventos que han llevando al país a las primeras páginas de la crónica internacional. Todos en el mundo quieren dar consejos a Myanmar. En este momento debemos permanecer unidos y debemos decirle al mundo que tenemos el coraje y la energía moral para resolver nuestros problemas. Tenemos que decirle al mundo que está surgiendo un nuevo Myanmar, lleno de generosidad y esperanza. Hemos buscado soluciones no violentas en nuestra lucha por la democracia y somos una nación que se reconoce en las grandes enseñanzas del Buda, que enseña compasión a todos. Aung San Suu Kyi sigue siendo la esperanza de millones de personas deseosas de desarrollo humano, de justicia y reconciliación. Ha sacrificado mucho por esta nación y por la democracia. La gente de Mynamar la ha elegido y confía en ella. El mundo debería ofrecerle comprensión y apoyo.
¿Cree que el país va en la dirección correcta para la paz y el desarrollo?
Esta es una nación joven, con el 40% de la población menor de 30 años. Este es nuestro mayor bien. Estamos demostrando al mundo que, al darles una oportunidad, nuestros chicos pueden combinar la inteligencia y la competencia. Por ello diría que el futuro es nuestro. Todos los países ricos del mundo no tienen una población joven como la nuestra. Dentro de diez años, seremos una nación fuerte, a pesar de los problemas y sufrimientos actuales. Hay un nuevo amanecer de esperanza. Estamos en camino y somos una nación orgullosa de formar parte de la comunidad internacional.
¿Cuáles son los principales desafíos para el país?
Entre los desafíos que hay que afrontar, pienso en los millones de jóvenes birmanos que están fuera del país en condiciones de esclavitud y que son víctimas de los traficantes. Un problema derivado de la pobreza: no habrá paz si no hay justicia económica. Más del 40% de nuestra gente es pobre. También es urgente actuar la “justicia ambiental”, necesaria para la paz. La mayoría de los conflictos con las minorías étnicas están motivados por el intercambio de recursos naturales.
¿Cuál es el papel de la religión en la sociedad?
Es el de promover y rezar por la justicia, por la paz, por la dignidad humana, una tarea que une a todas las religiones ambientales. Ninguna religión habla de odio. Quienes propagan el odio en nombre de la religión esos son los verdaderos enemigos de esa religión. Tenemos un gran deseo de paz, y debemos ser agentes de paz. Nuestra nación sufre por las profundas heridas de divisiones y odios. El perdón es el camino a la curación. Estamos llamados a traer la luz de la alegría a aquellos que viven en la oscuridad del miedo, del odio y de la tristeza. Con este espíritu esperamos al Papa Francisco.
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