Jalalabad - Las elecciones presidenciales del pasado 15 de octubre han sido “las primeras votaciones libres y pacíficas del país” y han marcado un hito en el concepto de democracia para Asia Central: así lo ha declarado el presidente saliente Almazbek Atambayev, al comentar la votación que ha visto a su candidato favorito, Sooronbai Jeenbekov, obtener el 55% de los votos.
El camino tomado por la política kirguisa es el correcto, pero es un camino bastante largo y agotador, explica a la Agencia Fides después de las elecciones, el p. Adam Malinowski, misionero jesuita de la parroquia “Beata Madre Teresa de Calcuta” en Jalalabad. El jesuita explica: “Si los días anteriores a las elecciones se podía sentir una cierta tensión, el día de la votación se vivió con gran serenidad y no noté ninguna provocación especial. De hecho, realmente se sentía un clima de libertad, debido a la oportunidad de votar y elegir entre diferentes candidatos. Pero si que me dí cuenta de los intentos, a veces exitosos, de comprar los votos por 2000 kirguises”.
Sobre las perspectivas futuras, el p. Adam observa: “Es difícil ver el mañana. El candidato que ha ganado es el favorito del presidente saliente y tal vez mantendrá esa línea política, garantizando así una vida pacífica y tranquila a Almazbek Atambayev y a sus seguidores”.
A pesar de los pasos dados, el progreso de los kirguises hacia un sistema político-electoral verdaderamente liberal y democrático parece tener que construirse todavía. En una nota publicada poco después de las elecciones, la OSCE decía: “Kirguistán en general ha ofrecido un ejemplo positivo en la organización de elecciones competitivas y en la transferencia pacífica del poder, pero todavía hay situaciones preocupantes”.
El ejemplo positivo se debe a que por primera vez desde que el estado ha alcanzado la independencia, la transferencia de poder del líder saliente a su sucesor se ha producido de manera no violenta. De hecho, han sido las primeras elecciones después de los disturbios tumultuosos que llevaron a la caída de Askar Akayev en 2005 y Kurmanbek Bakiyev en 2010: ambos ascendieron al poder con sufragios “nada transparentes” definidos así por la OSCE y se vieron fuertemente desafiados por la corrupción. Además, antes de estas elecciones nunca se había podido elegir libremente entre un número tan grande de candidatos .
Las perplejidades a las que se refiere la OSCE están ligadas en gran parte al amplio margen con el que el ganador se ha asegurado el liderazgo del país. El empresario petrolero Omurbek Babanov, un candidato derrotado, ha denunciado repetidamente “el uso de todos los medios posibles por parte del gobierno para presionar a los votantes”. Según los resultados finales, Jeenbekov ha ganado con el 55% de las preferencias frente al 34% de Babanov. Esta diferencia, que de acuerdo con los pronósticos tenía que ser mucho más pequeña, hace sospechar un probable “comercio de votos”, como señala la OCDE.
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