Katmandú - Los jesuitas en Nepal ayudan a los refugiados a construir su futuro a través de la educación y el desarrollo social. “He contado con una buena educación que me ha ayudado a tener al alcance de mi mano muchas oportundiades”, explica a Fides Indra Acharya, una ex estudiante, que pudo estudiar gracias al Jesuit Refugee Services . Es hija de los refugiados butaneses y creció en un campo de refugiados en Nepal, rodeada por alambradas. El JRS Nepal dirige varios programas de educación, formación docente, asesoramiento y orientación para jóvenes y personas discapacitadas, centros infantiles y cursos de formación profesional que benefician a más de 50.000 refugiados.
A comienzos de la década de 1990, los padres de Acharya se encontraban entre las aproximadamente 100.000 personas nepalíes que fueron expulsadas del sur de Bután como parte de la política del gobierno, “una nación, un pueblo”. Después de perder sus tierras, sus padres huyeron a un campo de refugiados en Nepal donde pasaron unos veinte años de su vida y tuvieron a Acharya.
Acharya y su familia han vivido en condiciones difíciles como refugiados. “Había escasez de alimentos y el camp estaba abarrotado”, explica Acharya. Su padre murió mientras se encontraba en el campamento de refugiados debido a la falta de atención médica. Para Acharya su salvación fue estudiar en una escuela dirigida por el JRS. En 2012 se trasladó con su madre a Estados Unidos. Continuó sus estudios y obtuvo una beca en la Universidad de Georgetown en 2014. Años después, Acharya recuerda muy bien las lecciones de vida que los jesuitas le enseñaron en la escuela del JRS en Nepal: “No fue solo la transmisión de conocimientos, fue una atención especial y una dedicación única a cada uno de nosotros”. “Este servicio a la persona es una obra evangélica, en la que trasluce la fe cristiana”, explican desde el JRS.
Hoy, el gobierno de los Estados Unidos ha reducido drásticamente el programa de reasentamiento de refugiados. Aproximadamente 54.000 refugiados fueron admitidos en los Estados Unidos en 2017 y casi 85.000 en 2016. En 2019, el límite de admisión de refugiados se redujo a 30.000. Ante esta circunstancia, la joven reitera que hay una premisa fundamental: “es necesario cambiar los corazones de las personas para cambiar la política”.
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