Ashgabat - “Anunciamos a Jesucristo con nuestra cercanía y con nuestro ministerio, especialmente el de la predicación. La gente acoge el Evangelio con pasión y el mensaje de que Dios es amor. Todavía no hay otras congregaciones religiosas, ni siquiera sacerdotes: por el momento somos sólo nosotros tres sacerdotes y misioneros, como única presencia de la Iglesia Católica en Turkmenistán. Pero en este país, donde el 82% de la superficie está ocupada por el desierto de Karakum, hemos aprendido que incluso una sola gota de agua es como una pepita de oro”. Así lo dice a la Agencia Fides el p. Andrzej Madej, sacerdote polaco de los Oblatos de la Inmaculada y Superior de la “missio sui iuris” de Turkmenistán, donde vive con sus dos hermanos de comunidad, el p. Rafal Chilimoniuk y el p. Pawl Szlacheta.
Ahora, explica el p. Andrzej, “la comunidad católica de Turkmenistán se reúne en la Capilla de la Transfiguración del Señor, en la capital Ashgabat, y cuenta con unos doscientos fieles”. La oración, la Eucaristía, la caridad son los tres pilares sobre los que se basa la misión: “Todos los días dedicamos algunas horas a la oración, a la celebración de la Eucaristía y a visitar familias no solo de fe católica. Cáritas también se está organizando lentamente como una señal de una Iglesia que atestigua el amor de Dios y la acogida. Anunciar a Cristo en Turkmenistán significa dejar abierta la puerta de nuestro hogar no solo para cuestiones de fe, sino también para muchas relaciones humanas que estamos estableciendo”.
En la antigua república soviética de Asia Central, la Iglesia Católica fue reconstruida en 1997, cuando Juan Pablo II instituyó la Missio sui iuris. Inicialmente, la misa se celebraba en el territorio diplomático de la Nunciatura Apostólica de Ashgabat y las reuniones eran en casas particulares. En 2010, el gobierno turcomano reconoció oficialmente la presencia, hasta ahora solo admitida en forma de representación diplomática del Vaticano - pero esta medida solo ha conducido de forma parcial a los resultados esperados-. “Hasta ahora, no hemos construido nada porque no tenemos autorización. Sin embargo, poco a poco, se van abriendo caminos: nos gustaría construir una pequeña iglesia y la sede de la Nunciatura apostólica. Continuamos rezando y esperamos obtener los permisos necesarios”, explica el sacerdote.
Turkmenistán tiene más de 5 millones de habitantes, el 90% musulmanes. La pequeña comunidad católica, según el p. Madej, está compuesta principalmente por personas de origen alemán y polaco, y se relacionan diariamente con cristianos de otras confesiones y con familias musulmanas: “Reciben con agrado nuestra visita. A menudo nos reunimos con miembros de la Iglesia Evangélica para momentos de oración y alabanza. También participamos con agrado en las fiestas islámicas a las que suelen invitarnos”, enfatiza el misionero. La voluntad, concluye, “es construir relaciones fértiles y pacíficas con todos, para eliminar el prejuicio de que los cristianos y los occidentales solo están interesados en la guerra o en imponer su civilización”.
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