Bangui - “La guerra parecía haber terminado, pero lamentablemente no ha sido así, o al menos no en todas partes”, escribe a la Agencia Fides el p. Federico Trinchero, carmelita descalzo del monasterio Nuestra Señora del Carmelo en Bangui, capital de la República Centroafricana. “La situación relativamente tranquila en Bangui, - donde no ha habido episodios recientes de violencia , - podría hacer caer en engaño”, señala el misionero. “En el interior del país, la situación bastante diferente. Desde mayo, algunos grupos de rebeldes, - no siempre identificables según su origen y objetivos-, han causado cientos de muertes, hogares quemados y miles de refugiados en varias ciudades y pueblos. Este tipo de situaciones se lleva produciendo desde hace mucho tiempo. Existe el riesgo de acostumbrarse a la guerra, como si fuese algo inevitable”.
“Dos datos inequívocos expresan, más que cualquier otro análisis, la dramática situación en la que se encuentra el país”, dice el p. Federico. “El 80% del territorio todavía está ocupado, o en cualquier caso controlado por grupos rebeldes que dictan sus leyes en lugar del estado, que no consigue - y lamentablemente parece renunciar-, a hacer sentir su presencia”. “La ausencia del estado en áreas alejadas del capital fue una de las razones que desencadenó la guerra en 2013”, recuerda el misionero. “Descuidar este aspecto podría ser una mala estrategia. La elección de un nuevo presidente, la presencia masiva de la ONU, el interés y la copiosa asistencia por parte de la comunidad internacional parecían una buena oportunidad para pasar página, tomar por fin el tren de desarrollo y demostrar que somos un estado de verdad. Pero, al menos por ahora, no ha sido así. Los resultados han decepcionado las expectativas. No hemos podido avanzar. De hecho, puede ser que hayamos retrocedido” afirma el p. Federico.
“El segundo dato se refiere a la pobreza. Según el último informe de la ONU la República Centroafricana está en el 188° lugar de 188 países en el Índice de Desarrollo Humano”. “Somo s el último país, el más pobre del mundo” remarca el p. Federico. “Centroáfrica se encontraba ya antes en el fondo de la lista. Peor estos últimos años de guerra han consumido los pocos recursos que tenía. Y aunque las estadísticas y las listas son siempre bastante antipáticas – y solo gustan cuando hablan de los primeros puestos –, este dato sigue siendo un indicador más que elocuente de la situación real del País”.
“Ante este panorama tan desolador, no faltan las razones para ser pesimista, desalentarse y rendirse”, dice el misionero. Pero desde tan bajo lo único que puede hacerse es remontar. Y no tiene sentido seguir acusando a un enemigo, indefinido, o esperar a que alguien, casi por arte de magia, cambie la situación porque existan las condiciones para empezar a hacer algo”. “Tal vez es hora de comenzar a hacer algo para que la situación cambie. Y la magia, o más bien, el milagro, sería que este 'hacer algo' fuese realizado por los mismos centroafricanos, en un grande, colectivo y esperado impulso de amor por la propia patria” concluye el p. Federico.
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