Yangon – Ser “discípulos misioneros”, llamado s a difundir el anuncio del Evangelio, quiere decir “seguir a Cristo, y no lanzarnos por delante con nuestras propias fuerzas”. Porque Jesús no envía jamás a sus discípulos “sin caminar al mismo tiempo a nuestro lado, y siempre un poquito por delante de nosotros”. Por eso los amigos de Cristo no se preocupan y no tienen miedo, ni siquiera cuando son “pocos y dispersos”, porque saben que “el Evangelio siempre crece a partir de pequeñas raíces”. Estas son algunas de las características de la vocación misionera de los discípulos de Cristo que el Papa Francisco ha querido proponer de nuevo en la homilia pronunciada ante los jóvenes birmanos en la catedral de Yangon, durante la misa que ha celebrado la mañana del jueves 30 de noviembre. “Vosotros sois una buena noticia” ha dicho el Papa a los jóvenes, “porque sois signos concretos de la fe de la Iglesia en Jesucristo, que nos hace experimentar un gozo y una esperanza que nunca morirán”.
En la última cita pública del Papa en Myanmar, antes de su partida a Bangladesh, también han asistido dentro y fuera de la catedral, grupos de jóvenes de Camboya, Indonesia, Vietnam y China.. “Vosotros, muchachos y muchachas de Myanmar” ha dicho el Papa “no tenéis miedo a creer en la buena noticia de la misericordia de Dios, porque esta tiene un nombre y un rostro: Jesucristo. Como mensajeros de esta buena nueva, estáis listos para llevar una palabra de esperanza a la Iglesia, a vuestro país y al mundo en general. Estáis dispuestos a llevar la Buena Noticia a vuestros hermanos y hermanas que sufren y que necesitan vuestras oraciones y vuestra solidaridad, pero también vuestra pasión por los derechos humanos, por la justicia y porque crezcan el amor y la paz que Jesús nos da”.
Las características distintivas del discípulo misionero, delineadas por el Papa Francisco, revelan que la proclamación del Evangelio de Cristo es incomparable a cualquier propaganda cultural, política o religiosa: “Para que otros se sientan llamados a escucharlo y a creer en él” ha dicho entre otras cosas el obispo de Roma en su última homilía en Yangon “necesitan descubrirlo en personas que sean auténticas. Personas que sepan escuchar. Seguro que vosotros queréis ser genuinos. Pero sólo el Señor os puede ayudar a serlo. Por eso hablad con él en la oración. Aprended a escuchar su voz, hablándole con calma desde lo más profundo de vuestro corazón”. El Sucesor de Pedro ha sugerido además a los jóvenes asiáticos “hablad también con los santos, nuestros amigos del cielo que nos sirven de ejemplo. Como san Andrés, cuya fiesta celebramos hoy. Andrés fue un sencillo pescador que acabó siendo un gran mártir, un testigo del amor de Jesús. Pero antes de llegar a ser mártir, cometió sus errores, tuvo que ser paciente y aprender gradualmente a ser un verdadero discípulo de Cristo. Así que no tengáis miedo de aprender de vuestros propios errores. Dejad que los santos os guíen hacia Jesús y os enseñen a poner vuestras vidas en sus manos”. El Papa Francisco también ha exhortado a los jóvenes a no tener miedo “de hacer lío, de plantear preguntas que hagan pensar a la gente”, incluso ciando se tiene la percepción de ser pocos y dispersos, porque “el Evangelio siempre crece a partir de pequeñas raíces”. La fuerza atrayente del anuncio cristiano, propuesta por el obispo de Roma, no consiste en métodos propagandísticos o estudiados, sino sólo porque Jesús “no nos envía nunca sin caminar al mismo tiempo a nuestro lado, y siempre un poquito por delante de nosotros”. Para sugerir cuál es la experiencia paradigmática del trabajo apostólico, al que también están llamados los jóvenes birmanos, el Papa ha vuelto a presentar la imagen del primer encuentro de Jesús con sus discípulos: “¿Cómo envía nuestro Señor a san Andrés y a su hermano Simón Pedro en el Evangelio de hoy? «¡Seguidme!», les dice. Eso es lo que significa ser enviado: seguir a Cristo, y no lanzarnos por delante con nuestras propias fuerzas”. .
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