Maputo – “Las intervenciones deben integrar aspectos de buena convivencia entre los desplazados y la población local. Las ayudas no deben ir sólo a los desplazados, ignorando totalmente a la población local”, dice Su Excelencia. Mons. António Juliasse Sandramo, administrador apostólico de Pemba, capital de la provincia del norte de Mozambique, donde se está acogiendo a los desplazados de las zonas afectadas por la violencia de los grupos armados, de los que al menos uno afirma haberse unido al Estado Islámico. Los ataques y enfrentamientos con el ejército mozambiqueño han causado ya más de 2.800 muertos y 714.000 desplazados.
Según Mons. Sandramo, para evitar la rivalidad y el conflicto entre la población local y los recién llegados, es necesario compartir los recursos movilizados para acoger a los desplazados; desde la tierra hasta los materiales de construcción de las casas, pasando por los productos de primera necesidad.
Además, es necesario detener el conflicto, afirma Mons. Sandramo, mediante el diálogo con las poblaciones islámicas y dentro de las propias comunidades musulmanas. “Es necesario fomentar el diálogo con los hermanos musulmanes y entre ellos”, continúa el obispo. “En particular, las familias deben encontrar maneras de dialogar con los jóvenes para mostrarles que la verdadera cara de la religión islámica no es la violencia”.
“La violencia y el extremismo no son la verdadera cara del Islam”, subraya.
Por último, Mons. Juliasse señala que, en ausencia de seguridad, los inversores internacionales se retiran: “Si no hay seguridad, es difícil atraer inversiones. Algunas inversiones se han detenido precisamente por la inseguridad".
Por su parte, el responsable de Comunicación Social de la Diócesis de Pemba, el padre Kwiriwi Fonseca, ha dado la voz de alarma sobre el secuestro de niños y jóvenes por parte de los grupos yihadistas que luego son reclutados a la fuerza en sus filas . Aunque no hay datos oficiales sobre el número de niños y jóvenes desaparecidos, “son varios centenares, si tenemos en cuenta los diferentes pueblos de donde han sido secuestrados”, dice el sacerdote. Los niños son entrenados como combatientes mientras que las niñas sufren violencia sexual y son entregadas en matrimonio a los yihadistas.
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