Panamá - En el Campo San Juan Pablo II de Panamá, el Papa Francisco presidió el domingo 27 de enero, la Santa Misa conclusiva de la XXXIV Jornada Mundial de la Juventud, cuyo tema fue: “He aquí la sierva del Señor. Hágase en mí tu palabra”.
A los aproximadamente 600.000 jóvenes de todo el mundo reunidos alrededor del altar, el Papa recordó firmemente que “la vida es hoy”: “Ustedes, queridos jóvenes, no son el futuro. No, ¡son el presente! No son el futuro de Dios, ¡ son el ahora de Dios!”. Y continuó: “Para Jesús no hay un “mientras tanto”, sino un amor de misericordia que quiere entrar en su corazón y conquistarlo. Él quiere ser nuestro tesoro, porque Jesús no es un “mientras tanto” en la vida o una moda pasajera, es un amor que se entrega y que invita a entregarse ... el Señor y su misión no son “un mientras tanto” en nuestra vida, algo pasajero, no son solo una Jornada Mundial de la Juventud: ¡son nuestra vida y nuestro camino!”.
En su homilía, el Papa Francisco comentó el pasaje evangélico del comienzo de la misión pública de Jesús, con estas palabras: “Jesús revela el ahora de Dios que viene a nuestro encuentro para llamarnos a participar en su presente ... el ahora de Dios que se hace presente con Jesús, se convierte en rostro, carne y amor misericordioso que no espera situaciones ideales o perfectas para manifestarse, ni acepta excusas para realizarse. Él es el tiempo de Dios que hace que cada situación y cada espacio sean los correctos y oportunos. En Jesús, comienza y se hace vida el futuro prometido”.
Así que el Papa señaló que “no siempre creemos que Dios puede ser tan concreto y cotidiano, tan cercano y real, y mucho menos que se vuelva tan presente y actúe a través de una persona conocida como un vecino, un amigo o un miembro de la familia. No siempre creemos que el Señor puede invitarnos a trabajar y a ensuciarnos las manos con Él en su Reino”. “Son muchas veces en que nos comportamos como los habitantes de Nazaret cuando preferimos un Dios a distancia: hermoso, bueno, generoso, bien diseñado, pero distante y, sobre todo, que no sea incómodo, un Dios “domesticado”. Porque un Dios cercano y cotidiano, un amigo y hermano Dios nos pide que aprendamos la cercanía, la vida cotidiana y sobre todo la fraternidad”.
Al dirigirse directamente a los jóvenes, el Papa les instó a vivir el “ahora de Dios”, sin sentirse “en la sala de espera”, aguardando su turno mientras que, “mientras tanto”, se inventan o alguien inventa para ellos “un futuro higiénicamente bien empaquetado y sin consecuencias”, donde la alegría es solo una farsa.
Finalmente, invitó a mirar a María cuyo “sí” nos ha acompañado estos días “como una música de fondo”: “Ella no solo creía en Dios y en sus promesas como algo posible, creía en Dios y tuvo el valor de decir “sí” para participar en este “ahora” del Señor. Ella sintió que tenía una misión, se enamoró y eso lo decidió todo. Siente que tienes una misión, que debes dejarte enamorar y el Señor decidirá lo todo”.
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