Roma (Agencia Fides) – El Salvador es el país más pequeño de los siete países de Centroamérica por su superficie (21.040 kilómetros cuadrados), peor al mismo tiempo es el más poblado (alrededor de 6 millones 200 mil habitantes). Los católicos son 4.963.000. La Agencia Fides ha pedido a uno de los participantes en el curso de formación que tiene lugar estos días en Roma en el Centro Internacional de Animación Misionera (CIAM), cuales son los problemas más graves para la comunidad católica de la región.
“Sin lugar a dudas el mayor problema es la violencia, las pandillas, es una cosa terrible - dice el misionero que desea permanecer en el anonimato -. No es fácil luchar contra ella, porque es un tema muy complejo. Hay gente dentro de la prisión que es capaz de controlar la delincuencia fuera, y la población, la gente sencilla no quieren correr riesgos, tienen miedo. En este aspecto, la Iglesia siempre es el factor clave, porque se convierte en un punto de referencia seguro”.
El Salvador cuenta con pocos recursos naturales. El terreno es accidentado: las montañas y volcanes extintos ocupan el 88% del territorio. El país tiene una alta actividad sísmica. La actividad minera se reduce a la extracción de pequeñas cantidades de oro, plata, carbón, cobre y plomo. La agricultura representa el 19% de la población activa y representa el 11% del producto interno bruto (PIB). La mayor parte de la tierra está en manos de los grandes terratenientes, los únicos capaces de explotarla para poder exportar. Aproximadamente el 29% de la población vive en la pobreza y el 22% en la pobreza extrema.
“Donde yo trabajo, en las parroquias, a veces lejos de la ciudad - dice el misionero - hay muchas personas comprometidas con la Iglesia y la familia es siempre el lugar privilegiado de la catequesis y de la iniciación cristiana. Por desgracia, cuando los niños crecen, tienen que lidiar con los problemas de la juventud, por lo que se enfrentan a los grandes problemas sociales que aún no han sido resueltos: la violencia, el narcotráfico, la delincuencia, la falta de recursos para el estudio. Y aquí comienza la conflictividad social - dice el misionero -. Tenemos que reconocer que en las comunidades hay mucha fe. Las comunidades católicas son siempre muy comprensivas y sensibles a los problemas y necesidades. Esta realidad representa una esperanza de que en El Salvador la sociedad pueda ser capaz de superar el grave problema de la violencia”. (CE) (Agencia Fides, 22/02/2014)
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