Ciudad del Vaticano - “En vísperas de la canonización del cardenal John Henry Newman, esta jornada dedicada al estudio del beato nos introduce no solo al conocimiento de la personalidad multiforme, extraordinaria, humana, teológica y sacerdotal de este ilustre Hijo de Gran Bretaña, sino también a la celebración solemne de mañana”. Con estas palabras, el cardenal Fernando Filoni, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, presentó los trabajos de la jornada de estudio “Cardenal Newman: a celebration”, promovida por la Congregación y la Embajada de Gran Bretaña ante la Santa Sede, que tuvo lugar el sábado 12 de octubre en la Casina Pio IV en el Vaticano.
Al abrir los trabajos, que examinaron tres aspectos de la compleja personalidad de Newman como “teólogo, educador y sacerdote”, el cardenal Filoni subrayó que el proceso de la causa de la canonización permitió resaltar “también sus excelentes cualidades como hombre de Dios y de la Iglesia”, y recordó que Newman “también fue un húesped de nuestro Pontificio Colegio Urbano, entre cuyos muros se formó en la doctrina católica y refinó su espíritu de oración”.
“Alguien lo ha definido como “un padre ausente” del Concilio Vaticano II, - explicó el cardenal Filoni -, en cambio, según el pensamiento de Pablo VI, Newman estaba invisiblemente en el centro del Vaticano II . De hecho, estuvo fielmente presente con su enseñanza, incorporada en algunos documentos . Hoy la Iglesia Católica reconoce no solo el valor de su pensamiento eclesiológico, sino también la importancia de su santidad de vida. Yo lo llamaría, en términos patrísticos, “el San Agustín moderno””.
En la solemne misa de canonización, celebrada el domingo 13 de octubre en la plaza de San Pedro, el Papa Francisco aseguró en su homilía: “Hoy agradecemos al Señor por los nuevos santos, que han caminado en la fe y a quienes ahora invocamos como intercesores”, y aludiendo a “santidad de la vida cotidiana, de la que habla el santo cardenal Newman”, citó sus palabras: “El cristiano tiene una paz profunda, silenciosa y escondida que el mundo no ve. [...] El cristiano es alegre, sencillo, amable, dulce, cortés, sincero, sin pretensiones, [...] con tan pocas cosas inusuales o llamativas en su porte que a primera vista fácilmente se diría que es un hombre corriente” . Pidamos ser así, “luces amables” en medio de la oscuridad del mundo. Jesús, “quédate con nosotros y así comenzaremos a brillar como brillas Tú; a brillar para servir de luz a los demás” ”.
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