Astana – "En Kazajistán, el principio de la tolerancia religiosa es la base de la constitución del Estado. Las ciudades de Kazajistán están repletas de magníficas mezquitas e iglesias ortodoxas que conviven armoniosamente, pero el aspecto religioso se limita exclusivamente a la vida privada del ciudadano. Este enfoque se relaciona con una política que ha demostrado ser visionaria". Así lo afirma, en una entrevista concedida a Fides, Giannicola Saldutti, investigador asociado del Instituto de Altos Estudios en Geopolítica y Ciencias Auxiliares, con sede en Roma.
Según Saldutti, erudito de Asia Central, "Nazarbayev fue capaz de hacer de la necesidad una virtud. Inmediatamente después de la disolución de la Unión Soviética, la crisis económica y el deterioro de las instituciones del Estado hubieran podido catalizar un conflicto interétnico de proporciones desastrosas en el corazón de Asia Central . El precio lo hubiera pagado, como en muchos países del espacio postsoviético, la comunidad rusa ortodoxa, 'minoría' que, en 1992, representaba casi la mitad de la población. El Kazajstán logró prevenir este escenario inquietante, a través de un modelo social que ve en el reconocimiento del papel fundamental del Estado una piedra angular".
El investigador destaca: "Visitando el país y hablando con la gente se tiene la impresión que hay una especie de “yuxtaposición” de dos 'cultos': uno público y dominante, ligado a la lealtad al Estado, a la ley y a la iconografía salpicada por un cierto culto a la personalidad de Nazarbayev; y uno privado, estrechamente relacionado con la religión y a la etnia a la que se pertenece".
"Además, hay que considerar un hecho importante: En un período de radicalización generalizada del Islam, Kazajistán nunca ha sido teatro de ataques terroristas de relevancia, como aquellos que en Europa han sido atribuidos al Isis; si bien la comunidad islámica representa la mayoría los ciudadanos del país. Sin una política social inteligente y de encuentro interreligioso, ISIS hubiera diseminado fácilmente el proselitismo en Kazajstán como sucedió en el mundo árabe y en los Balcanes", concluye Saldutti.
En los últimos años, el Gobierno ha promulgado una serie de medidas que restringen y controlan la actividad de las asociaciones y las comunidades religiosas, como: la obligación de celebrar las funciones solamente en lugares autorizados por el Estado o la instalación de telecámaras en los diferentes lugares de culto para que, en caso de ataque o violencia, se pueda identificar a los autores. En Kazajistán conviven comunidades de nacionalidades y credos diversos. Según los datos oficiales proporcionados por el Ministerio de Relaciones Exteriores kazajo, de 17 millones de habitantes, 70% son musulmanes y aproximadamente 26% son cristianos, de los cuales 1% profesan la fe católica.
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