Bangui (Agencia Fides) - “Somos uno de los 5 campos de refugiados más grandes de Bangui. Según el último censo realizado por una organización no gubernamental, el número de nuestros refugiados ha bajado y se ha estabilizado en 7.500 personas”, dice el padre Federico Trinchero, misionero carmelita descalzo que trabaja en el convento de Notre Dame du Mont Carmel en Bangui, capital de la República Centroafricana, todavía sumida en el caos y la inseguridad.“Ha habido semanas en las que hemos sido muchos más. Pero desde hace unas dos semanas hemos conseguido liberar todos los patios internos del convento, ocupados por refugiados desde el 5 de diciembre”, añade el misionero.
El padre Federico nos narra cómo ha ido evolucionando la vida en su campamento para desplazados. “Ahora todos nuestros huéspedes han encontrado refugio bajo tiendas de plástico, en las que puedan vivir más de una familia unidas. Para ser exactos, se han montado 79 tiendas de campaña: 21 de 80 metros cuadrados y 58 de 160 metros cuadrados. Hay también que añadir un centenar más de tiendas de campaña para una única familia. Además de las tiendas se han instalado 116 letrinas y 110 duchas. Nuestro campo de refugiados está dividido en 12 barrios. Cada barrio tiene un responsable, asistido por dos consejeros. Un comité compuesto por un presidente, un secretario general y un supervisor, organiza y preside todas las actividades y movimientos en el campo. Un equipo de vigilancia para la noche y otro para el día (con un brazalete rojo y un rosario azul alrededor de su cuello) son responsables de la seguridad 24 horas al día; otros dos equipos son responsables de la limpieza de los baños, duchas, del campo y de la recogida de basura. Imagine tener un promedio de 10.000 personas que están haciendo una especie de día de campo, a lo largo de 5 meses, en su jardín: unas cuantas toneladas de basura es inevitable y del césped queda solo el recuerdo. Además, se han tenido que crear mucho drenajes para evitar la inundación de las tiendas de campaña durante las lluvias torrenciales. Otro equipo, formada por jóvenes bastante fuertes, se encarga de descargar los víveres. Cada dos semanas, de hecho, la Cruz Roja Internacional deposita en uno de los claustros del convento, unas 16 toneladas de arroz, 6 toneladas de frijoles, 2.800 litros de aceite y 12 bolsas grandes de sal. Por último, un consejo de 10 sabios - hombres y mujeres - juega un papel importante en el control de todas las actividades”. “Nuestro campo de refugiados – dice p. Federico - es casi como un coche perfecto que hemos aprendido a conducir, día tras día, a pesar de que ninguno de nosotros tenía permiso de conducir para un coche de este tipo. De vez en cuando hay un retraso y se pierde gasolina; pero luego se vuelve a poner en marcha... ¡quién sabe hasta dónde y hasta cuándo!” . ( L. M. ) ( Agencia Fides 06/05/2014 ) (L.M.) (Agencia Fides 6/5/2014)
Publicar un comentario