Suwon (Agencia Fides) – Un Misionero de los Oblatos de María Inmaculada trabaja sin descanso “ en los suburbios reales y existenciales de una ciudad tan rica como Suwon”; se trata del italiano padre Vincenzo Bordo, OMI, quien hace 21 años fundó “la Casa de Ana” centro de acogida para “la nueva pobreza”. El Centro ayuda a las personas que viven solas, a los niños abandonados, a los hombres sin hogar, a los niños de la calle, desempleados. El p. Bordo recuerda a la Agencia Fides cual es “el desafío de la misión en una sociedad secularizada, en un mundo rico y en una iglesia donde no faltan los sacerdotes”. El punto es que esta sociedad, “no veía a los nuevos pobres. La gente decía, en Corea no hay vagabundos. La misma comunidad eclesial no entendía y no sabía qué hacer”. De ahí la necesidad de revitalizar la pastoral social en una gran ciudad, a partir de los suburbios. En más de 20 años, el Centro, construido en los terrenos de la diócesis, ha crecido hasta convertirse en una organización sin fines de lucro, reconocida por Cáritas y por el Gobierno de Corea, con un proyecto bien organizado. “Cada día 500 personas sin hogar reciben la cena y se duchan. También tenemos un dormitorio. Ofrecemos asistencia social, psicológica y médica. El objetivo es re-inserir a las personas en el tejido social. Hemos creado un laboratorio de formación, donde se hacen bolsos de forma artesanal”.
En los suburbios, continúa, “hemos encontrado a los niños de la calle, que huyeron de sus familias. Así que hemos creado para ellos tres estructuras específicas. En la primera son acogidos durante unos 9 meses, en donde se trata de comprender sus problemas. En este periodo se entabla contacto con los padres para conocer la realidad de la familia a menudo desfavorecida y difícil. En ese momento, para los niños, hay tres caminos: o bien volver a sus familias, o ir a nuestra casa de acogida para estudiar, o se trasladan a otro hogar de acogida para entrar en el mundo del trabajo”.
El p. Bordo explica: “El nuestro es un testimonio de fe y de amor, es una obra de evangelización que se basa principalmente en los laicos. Tenemos 25 empleados laicos y voluntarios. La Casa Ana cuesta 1.300 euros al día y funciona desde hace 20 años gracias a las limosnas. Nunca ha faltado de nada: la Providencia nos ayuda”. “Hoy al oír al Papa que nos invita a ir a las periferias existenciales me consuela y me da un gran impulso y energía para el futuro”, concluye el padre Bordo. (PA) (Agencia Fides 3/10/2013)
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