Mogadiscio (Agencia Fides) - Ya han pasado 10 años desde el asesinato de Annalena Tonelli, la voluntaria italiana que durante 33 años ayudó a la población somalí afectada por la tuberculosis. Annalena fue asesinada en la noche del 5 de octubre de 2003 en la estructura sanitaria que ella dirigía y fundada en Boroma, en Somalilandia (norte de Somalia) por dos hombres armados (véase Fides 06/10/2003).
En junio del mismo año fue galardonada con el Premio Nansen para los Refugiados, el galardón otorgado cada año por el Alto Comisionado para las Naciones Unidas (ACNUR) a personas o grupos que se hayan distinguido por un “servicio excepcional a la causa de los refugiados”.
“Fui a África decidida a 'gritar el Evangelio con la vida siguiendo el ejemplo de Charles de Foucauld” dijo Annalena a Fides (véase Fides 25 de junio 2002). “Yo no soy médico. Tengo un título en derecho, aunque es cierto que tengo algunos certificados y diplomas en medicina. Soy advisor de la Organización Mundial de la Salud en materia de control de la tuberculosis. También soy uno de los pioneros de la Global Policy puesta en marcha por la OMS en 1993 para el control de la tuberculosis en el mundo llamada DOTS (Directly Observed Therapy Short chemotherapy)”.
Annalena había descrito así los retos a los que se enfrentaba todos los días: “La tuberculosis es una de las primeras infecciones oportunistas que contraen los pacientes de VIH en las zonas endémicas, como Somalia. Los enfermos terminales de SIDA llegan a nosotros porque sufren de tuberculosis. Mientras nos encargamos de curar la tuberculosis tratamos también todas las infecciones oportunistas que los pacientes contraen debido a la falta de defensas del sistema inmunitario”.
En Borama, el hospital y la escuela para niños sordos fundados por ella continúan funcionando, como muestra el documental realizado para la ocasión por ACNUR que se ha proyectado recientemente en Nairobi. (L.M.) (Agencia Fides 8/10/2013)
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