ASIA/IRAK - Papa Francisco en Mosul, Qaraqosh y Erbil: “Cristo actúa en este pueblo suyo, santo y fiel”

Mosul – «Hoy, puedo ver y sentir que la Iglesia de Irak está viva, que Cristo vive y actúa en este pueblo suyo, santo y fiel». Así lo ha dicho el Papa Francisco al concluir la homilía leída en italiano durante la misa celebrada la tarde del domingo 7 de marzo en Erbil, en el estadio Franso Hariri, ante diez mil almas, en lo que ha sido el acto final de su memorable visita apostólica a Irak.
Su corazón de pastor se ha mostrado conmovido y reconfortado por lo que ha visto en el tercer día de su corta e intensa peregrinación a través de los dolores y expectativas del pueblo iraquí.
En un día bendecido por el sol, siguiendo un programa con un ritmo impresionante, el sucesor de Pedro, a sus 85 años, ha podido tocar y sentir las tribulaciones y al mismo tiempo alentar las esperanzas de renacimiento de la población iraquí y la comunidad cristiana local viajando entre Mosul, Quaraqosh y Erbil, la capital de la región autónoma del Kurdistán iraquí. Tres lugares clave, investidos de diferentes formas por la ola de delirio yihadista que sacudió todo el norte de Irak entre 2014 y 2017, sembrando dolor y devastación en los territorios, así como dejando heridas que aún están abiertas en el corazón de los que se quedaron y los que huyeron lejos. Un tiempo de tribulación del que son testigo las muchas tierras convertidas en cementerio y los campos de refugiados que se esparcen entre la llanura de Nínive y Erbil. Precisamente en esos lugares, el sucesor de Pedro ha encontrado el milagro de una comunidad de fe viva, un pueblo de Dios humilde y pobre, aún más limitado en número por las penurias de los últimos años, pero que siguen bebiendo de la fuente inagotable de la fe de los Apóstoles. Hombres y mujeres, jóvenes y niños que han contado al Papa los sufrimientos y golpes sufridos en el pasado reciente sin acusar, maldecir ni quejarse. Más bien, atestiguando - como ha dicho el sacerdote siro católico Ammar Yako en su testimonio ante el Papa en el escenario de Qaraqosh - que incluso los años pasados ​​como refugiados por él y sus feligreses, expulsados ​​de sus hogares, no han sido «años malditos, sino bendecidos por el Señor, que ha mostrado su gloria», y ahora llena de gratitud los corazones con «el milagro de devolver la vida a esta ciudad. El Señor - ha añadido el sacerdote en su testimonio -, no nos ha abandonado, y hoy qué alegría ver a Su Santidad entre nosotros ... quién hubiese pensado poder ver su presencia en este pequeño pueblo...».
En Mosul, los yihadistas del Estado Islámico tenían su bastión. En los días de la conquista yihadista, al menos 500 familias cristianas abandonaron la ciudad. Tras las intervenciones militares que acabaron con el Estado Islámico, han regresado menos de setenta. En el corazón de la ciudad vieja, todavía sembrada de escombros y edificios bombardeados, el Papa ha recordado que la esperanza de ver prevalecer «la fraternidad sobre el fratricidio» nunca será sofocada «por quienes pervierten el nombre de Dios al caminar por caminos de destrucción». En la plaza Hosh al-Bieaa, rodeada por cuatro iglesias profanadas y devastadas en tiempos de la ocupación yihadista, el Papa ha leído la oración del sufragio por las víctimas de la guerra. Pero antes de pronunciar la suplica ha dicho «Si Dios es el Dios de la vida - y lo es - a nosotros no nos es lícito matar a los hermanos en su nombre. Si Dios es el Dios de la paz - y lo es - a nosotros no nos es lícito hacer la guerra en su nombre. Si Dios es el Dios del amor - y lo es - a nosotros no nos es lícito odiar a los hermanos». En la oración, recitada a Dios como una petición de perdón, el Papa ha recordado el pasaje bíblico del Profeta Jonás, al que Dios llamó a predicar la conversión a los habitantes de la ciudad de Nínive : «También nosotros, Señor, mientras te confiamos a las numerosas víctimas del odio del hombre contra el hombre, invocamos tu perdón y suplicamos la gracia de la conversión». La oración también invoca la reconstrucción «sin demoras» de la ciudad y del País, la sanación «de los corazones destrozados de dolor» y también «por los que han lastimado a sus hermanos y a sus hermanas; que se arrepientan, alcanzados por la fuerza de tu misericordia». En la breve intervención pronunciada antes de la oración, el Papa ha reiterado que «la verdadera identidad de esta ciudad es la convivencia armoniosa entre personas de orígenes y culturas diversas», y ha acogido con agrado la invitación realizada por las autoridades locales a los cristianos para que regresen a Mosul y asuman un «papel vital» en la reconstrucción de la ciudad.

En Qaraqosh, a la que ha llegado en helicóptero desde Mosul, el Papa Francisco ha sido recibido por una multitud proveniente de los centros habitados de la llanura de Nínive, que lo esperaban para el Ángelus, que se ha celebrado en la catedral católica siria de Santa Maria al Tahira, una iglesia que durante la ocupación yihadista se había transformado en una guarnición militar. Ahora el santuario ha vuelto a su antiguo esplendor, y en enero la estatua de la Virgen se volvió a izar de nuevo en el campanario, definiendo el perfil de la ciudad. “Le damos la bienvenida, como Nínive saludó a Jonás que vino a hacer que los habitantes se arrepintieran de sus pecados”, ha dicho el Patriarca siro católico Ignace Youssef III Younan, dando la bienvenida al Papa Francisco. “Nuestro encuentro” ha remarcado el obispo de Roma en su discurso antes de recitar la oración mariana del Ángelus «demuestra que el terrorismo y la muerte nunca tienen la última palabra. La última palabra pertenece a Dios y a su Hijo, vencedor del pecado y de la muerte». Luego, el Pontífice ha consolado a los presentes invitándolos a abrazar la gran herencia espiritual «de sus padres y de sus madres en la fe, que adoraron y alabaron a Dios en este lugar. Perseveraron con firme esperanza en su camino terreno, confiando en Dios que nunca defrauda y que siempre nos sostiene con su gracia». Sin escuchar a los profetas de la fatalidad que predicen la inminente extinción de las comunidades cristianas en Irak y en todo el Medio Oriente, el Sucesor de Pedro ha animado a los cristianos de la llanura de Nínive con palabras de fe: «Ahora - ha dicho el Papa -, es el momento de reconstruir y volver a empezar, encomendándose a la gracia de Dios, que guía el destino de cada hombre y de todos los pueblos. ¡No están solos! Toda la Iglesia está con ustedes, por medio de la oración y la caridad concreta». Además el Papa ha recordado que «los frutos vivos de la fe son las bendiciones de Dios sobre esta tierra». De este modo las palabras de ánimo que el Papa ha dirigido a los bautizados de estas tierras no ha sido la promesa de ayudas materiales desde fuera, sino el animarles a «no olvidar quiénes son y de dónde vienen, a custodiar los vínculos que los mantienen unidos y a custodiar sus raíces». «Seguramente – ha reconocido el Papa - hay momentos en los que la fe puede vacilar, cuando parece que Dios no ve y no actúa. Esto se confirmó para ustedes durante los días más oscuros de la guerra, y también en estos días de crisis sanitaria global y de gran inseguridad. En estos momentos, acuérdense de que Jesús está a su lado». Y que «desde el cielo los santos velan sobre nosotros: invoquémoslos y no nos cansemos de pedir su intercesión».
Entre los testimonios escuchados antes de su intervención, el Papa ha mencionado el de una mujer, Doha Sabah Abdallah, una madre que ha contado sin rencor o desesperación la muerte de su hijo pequeño debido a la artillería de los yihadistas. «El perdón - ha dicho el Papa al respecto -, es necesario para permanecer en el amor, para permanecer cristianos».
En Erbil, capital de la Región Autónoma del Kurdistán iraquí, el Papa ha presidido la liturgia eucarística celebrada a última hora de la tarde. Un gran número de instituciones políticas regionales también han participado en el último acto público del viaje papal, celebrado en el Estadio Franso Hariri, comenzando por el presidente Nechirvan Barzani. «Él ofreció al Padre las heridas por las cuales nosotros hemos sido curados – ha dicho el Papa durante la homilía -. Aquí en Irak, cuántos de vuestros hermanos y hermanas, amigos y conciudadanos llevan las heridas de la guerra y de la violencia, heridas visibles e invisibles. La tentación es responder a estos y a otros hechos dolorosos con una fuerza humana, con una sabiduría humana. En cambio, Jesús nos muestra el camino de Dios, el que Él recorrió y en el que nos llama a seguirlo». Luego el Pontifice ha explicado que solos no somos capaces de purificar nuestros corazones, «necesitamos a Jesús. Él tiene el poder de vencer nuestros males, de curar nuestras enfermedades, de restaurar el templo de nuestro corazón». Solo Jesús, con la fuerza del Espíritu Santo,
ha reiterado el papa Francisco «nos envía, no a hacer proselitismo, sino como sus discípulos misioneros, hombres y mujeres llamados a testimoniar que el Evangelio tiene el poder de cambiar la vida». La Iglesia en Irak, «con la gracia de Dios – ha continuado el Papa -, hizo y está haciendo mucho por anunciar esta maravillosa sabiduría de la cruz propagando la misericordia y el perdón de Cristo, especialmente a los más necesitados. También en medio de una gran pobreza y dificultad, muchos de ustedes han ofrecido generosamente una ayuda concreta y solidaridad a los pobres y a los que sufren. Este es uno de los motivos que me han impulsado a venir como peregrino entre ustedes, a agradecerles y confirmarlos en la fe y en el testimonio. Hoy, puedo ver y sentir que la Iglesia de Irak está viva, que Cristo vive y actúa en este pueblo suyo, santo y fiel».
En el saludo final después de la misa, el Papa ha expresado con pocas y sencillas palabras pero directas, la intima gratitud por las cosas vistas y escuchadas durante la visita apostólica, formulando al mismo tiempo una petición proyectada hacia el futuro de los cristianos y de sus compañeros de destino: «Ahora, se acerca el momento de regresar a Roma. Pero Irak permanecerá siempre conmigo, en mi corazón. Les pido a todos ustedes, queridos hermanos y hermanas, que trabajen juntos en unidad por un futuro de paz y prosperidad que no discrimine ni deje atrás a nadie».



Agenzia Fides
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