Rumbek – “He trabajado como vicario general en la diócesis de Malakal y estaba - y estoy - muy satisfecho de mi vocación y de mi vida como misionero. Creo que el Papa me eligió porque se necesitaba una presencia joven y enérgica que siguiera los pasos de Cesare Mazzolari . Era un obispo querido por el pueblo y los fieles de la diócesis pedían alguien en continuidad, orientado a la pastoral. Cesare era comboniano como yo y espero seguir ese camino, con una respuesta humana y humanitaria”. Con estas palabras se presenta a la Agencia Fides Christian Carlassare, nuevo obispo titular de la diócesis de Rumbek, el obispo italiano más joven al servicio de la Iglesia, desde hace 16 años en Sudán del Sur. Se marcha de Malakal, en el Estado del Alto Nilo, para sumergirse en una nueva realidad, en el Estado de los Lagos. De este modo, su historia de pasión por Sudán del Sur, continúa y se profundiza, siguiendo las huellas de una presencia de cercanía de la Iglesia católica al país más joven del mundo .
“Creo que es necesario dar un paso adelante en la formación catequética, en la evangelización. Mi predecesor había creado el primer centro de catequesis, pero era un período muy difícil, antes de la independencia. Ha llegado el momento de relanzar la labor pastoral y la evangelización directa. En Rumbek viven un millón ochocientas mil personas, hay 200.000 católicos bautizados y 800.000 protestantes. La Iglesia católica, en cualquier caso, es vista por todos los fieles, incluidos los de otras religiones, con gran respeto, ya sea por la tradición de cercanía al pueblo en el ámbito social y sanitario -así como la promoción de la paz- como por cuanto manifiesta el Papa Francisco su constante interés por el país. Para nosotros será fundamental poner a Cristo en el centro y fomentar la experiencia de Cristo. Se puede tener mucha gente en la iglesia pero percibir una experiencia limitada de la presencia de Jesús”.
El hecho de que Monseñor Carlassare sea un obispo jóven está en consonancia con las necesidades de unos fieles muy jóvenes y de una población que en más de un 50% tiene menos de 18 años. Las nuevas generaciones se acercan a la fe cristiana con mayor intensidad.
“Los cristianos representan el 60% de la población, luego hay un 8% de musulmanes y el resto son animistas, o sea, creyentes de religiones nilóticas. Lo que me propongo hacer en los primeros días de mi nueva misión es establecer estructuras diocesanas que promuevan la pastoral para poner a disposición del país una Iglesia cada vez más colaboradora, capaz de aprovechar lo que cada uno puede ofrecer. Y luego centrarnos en la formación de los catequistas y de los que participan en la liturgia. La Iglesia debe fundarse en la contribución de los laicos, sobre todo dado el escaso número de ministros ordenados, podemos centrarnos en las pequeñas comunidades cristianas formadas por laicos, que les cuesta crecer, aunque no por incapacidad, sino por la persistencia de los conflictos”.
La guerra sigue siendo el principal problema de Sudán del Sur. A pesar del “acuerdo de paz de 2018 y del intento de gobierno de unidad nacional inaugurado en noviembre de 2019 , el conflicto que ensangrienta el país desde 2013, dos años después de la proclamación de la independencia, sigue vivo. Los más de 400.000 muertos y los millones de desplazados internos y externos marcan heridas que aún sangran y explican la dificultad existente para alcanzar un nuevo inicio en el que la reconciliación nacional domine la escena.
“Toda la población se define 'traumatizada' y se puede ver a diario: hay mucho miedo, es muy difícil imaginar un programa a largo plazo. En este sentido, la Iglesia juega un papel fundamental y, aunque es evidente que aún estamos lejos de un estado de paz definitivo, vemos los últimos acontecimientos con esperanza. Desde el famoso beso del Papa en Roma a los pies de los líderes políticos convocados para la Pascua, hace exactamente dos años, muchas cosas han cambiado y no cabe duda de que los líderes de las facciones en el fondo han sentido la responsabilidad de superar las divisiones. Vemos que hay un compromiso en el ámbito político. Pero persisten muchos problemas: si a nivel nacional todo el mundo habla de paz, a nivel local las pequeñas comunidades siguen muy heridas por 8 años de conflicto. En el Alto Nilo, por ejemplo, existe el gran problema de la tierra que desencadena enfrentamientos tribales por las fronteras, pero es impensable, como piden algunos, dividir el territorio tribu por tribu. La Iglesia va más allá de las tribus y está presente entre todos los grupos, pero desgraciadamente las elecciones están dictadas por la economía y no por los valores. La explotación del petróleo es uno de los elementos más catastróficos”.
Además del conocido gesto del Papa, que no pierde ocasión de hablar e invocar la reconciliación para Sudán del Sur, la Iglesia promueve una acción capilar para promover la paz: “Hay oficinas de Justicia y Paz en las diócesis que se reúnen con las comunidades locales y tratan de resolver las divisiones con un enfoque evangélico. Los operadores también recogen información sobre lo que ocurre, las injusticias que se perpetúan y, además de intentar curarlas, las denuncian al gobierno en forma de reflexiones e informes. Para nosotros es fundamental incluir a personas con formación cristiana dentro de las realidades que se ocupan de la administración de justicia. Además, existe un fuerte compromiso a nivel nacional gracias al Consejo Ecuménico de Iglesias, que también es muy activo en los procesos de curación del trauma. Hay muchos ejemplos concretos de cómo la Iglesia actúa sobre el terreno para promover la paz. Existe la iniciativa de paz de Malakal, organizada por grupos eclesiales para fomentar el diálogo entre las etnias scilluk y denka. Algunos proyectos han tenido un éxito increíble al reunir a personas que nunca se habían conocido. El obispo emérito Paride Taban ha promovido la “Aldea de la Paz de Kuron”, una aldea en la que personas de diferentes tribus viven y trabajan juntas pacíficamente. También existen todas aquellas situaciones en las que las escuelas dirigidas por religiosos acogen a jóvenes de todo el país, donde hay una convivencia armoniosa, más allá de las diferentes afiliaciones tribales”.
Comienza la nueva aventura de un joven obispo en un pueblo joven, con una importante misión, empezando por ganarse la confianza de su nuevo pueblo: “Me han sorprendido los numerosos mensajes de agradecimiento de tanta gente, especialmente de los jóvenes. Primero me pondré a la escucha de los agentes de pastoral, a los sacerdotes diocesanos, a los catequistas y luego tendré que sumergirme para identificarme con este pueblo”, concluye.
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