Ur – “Aquí, donde vivió nuestro padre Abrahán, nos parece que volvemos a casa”. Con estas palabras, tras ser recibido en Najaf por el Gran Ayatollah Ali al Sistani , el papa Francisco ha iniciado su discurso pronunciado hoy, en la Llanura de Ur de los Caldeos, en uno de los momentos clave de su visita apostólica a Irak. Con la esperanza de que este evento compartido por los representantes de todas las comunidades de fe presentes en el País, “sea signo de bendición y esperanza para Irak, para Oriente Medio y para el mundo entero”, con la certeza de que “el cielo no se ha cansado de la tierra, Dios ama a cada pueblo, a cada una de sus hijas y a cada uno de sus hijos”.
La intervención del Papa, precedida de lecturas del libro del Génesis y del Corán y cuatro testimonios, ha mencionado el viaje de Abraham desde Ur a la Tierra Prometida como figura en el camino que todos los creyentes y toda la familia humana están llamados a realizar para cruzar las tinieblas del presente y acoger el “sueño de Dios”, que creó a todos los seres humanos para la felicidad. “Dios – ha dicho el Papa al inicio de su discurso - le pidió a Abrahán que mirara el cielo y contara las estrellas. En esas estrellas vio la promesa de su descendencia, nos vio a nosotros. Y hoy nosotros, judíos, cristianos y musulmanes, junto con los hermanos y las hermanas de otras religiones, honramos al padre Abrahán del mismo modo que él: miramos al cielo y caminamos en la tierra”.
Los creyentes – ha continuado el Papa – ofrecen un servicio precioso a todos sus compañeros de camino al “elevar la mirada y la oración al Cielo”, y al reconocer lo que e cualquier auténtico sentido religioso percibe y garantiza, es decir, que “el hombre no es omnipotente, por sí solo no puede hacer nada. Y si elimina a Dios, acaba adorando a las cosas mundanas”.
En el mundo de hoy, “que a menudo olvida al Altísimo y propone una imagen suya distorsionada, los creyentes están llamados a testimoniar su bondad, a mostrar su paternidad mediante la fraternidad”, mostrando al mundo que “Dios es misericordioso y que la ofensa más blasfema es profanar su nombre odiando al hermano”. Po esto cada “hostilidad, extremismo y violencia no nacen de un espíritu religioso; son traiciones a la religión. Y nosotros creyentes no podemos callar cuando el terrorismo abusa de la religión. Es más - ha aclarado el Papa -, nos corresponde a nosotros resolver con claridad los malentendidos”. En este sentido, el obispo de roma ha recordado “las nubes oscuras del terrorismo, de la guerra y de la violencia”, que en los últimos años en Iraq, han provocado sufrimiento a “todas las comunidades étnicas y religiosas”. El Papa ha querido recordar en particular “a la comunidad yazidí, que ha llorado la muerte de muchos hombres y ha visto a miles de mujeres, jóvenes y niños raptados, vendidos como esclavos y sometidos a violencias físicas y a conversiones forzadas”. Además también ha mencionado los muchos lugares de culto profanados por el delirio sectario, citando como signos reconfortantes por ejemplo los jóvenes voluntarios musulmanes de Mosul, que ayudaron a reconstruir iglesias y monasterios, “construyendo amistades fraternas sobre los escombros del odio”.
Precisamente el tener “los ojos fijos en el cielo – ha continuado el Papa -, no distrajeron a Abrahán, sino que lo animaron a caminar en la tierra, a comenzar un viaje que, por medio de su descendencia, iba a alcanzar todos los siglos y latitudes”. Después de la llamada de Dios, Abrahán salió de Ur hacia la tierra de Canaan, “el suyo fue, por tanto, un camino en salida que comportó sacrificios; tuvo que dejar tierra, casa y parientes. Pero, renunciando a su familia, se convirtió en padre de una familia de pueblos”. De forma similar, también nosotros, “en el camino, estamos llamados a dejar esos vínculos y apegos que, encerrándonos en nuestros grupos, nos impiden que acojamos el amor infinito de Dios y que veamos hermanos en los demás”. Una experiencia de liberación que es aún más urgente ahora, después de que “la pandemia nos ha hecho comprender que «nadie se salva solo»”.
El Papa ha recordado los múltiples caminos falsos de salvación que asedian a los hombres y mujeres de este tiempo, repitiendo que “en las tempestades que estamos atravesando no nos salvará el aislamiento, no nos salvará la carrera para reforzar los armamentos y para construir muros, al contrario, nos hará cada vez más distantes e irritados. No nos salvará la idolatría del dinero, que encierra a la gente en sí misma y provoca abismos de desigualdad que hunden a la humanidad. No nos salvará el consumismo, que anestesia la mente y paraliza el corazón”. El camino que el Cielo indica a la familia humana es “el camino de la paz”. Tal camino requiere, “sobre todo en la tempestad, que rememos juntos en la misma dirección”. Por ello el Papa remarca que “no es digno que, mientras todos estamos sufriendo por la crisis pandémica, y especialmente aquí donde los conflictos han causado tanta miseria, alguno piense ávidamente en su beneficio personal”. Además el Pontificie ha añadido que “no habrá paz mientras las alianzas sean contra alguno, porque las alianzas de unos contra otros sólo aumentan las divisiones”, mientras que en lugar de ello “la paz no exige vencedores ni vencidos, sino hermanos y hermanas que, a pesar de las incomprensiones y las heridas del pasado, se encaminan del conflicto a la unidad”.
Luego el Papa ha invitado a rezar por la paz en todo Oriente Medio y en particular por “la vecina y martirizada Siria”, reconociendo que la profecía bíblica de los pueblos que de las espadas forjarán arados no se ha cumplido, al contrario, “espadas y lanzas se han convertido en misiles y bombas”. Mientras “quien cree en Dios, no tiene enemigos que combatir. Sólo tiene un enemigo que afrontar, que está llamando a la puerta del corazón para entrar: es la enemistad”.
“Depende de nosotros, humanidad de hoy – ha insistido el Papa - y sobre todo de nosotros, creyentes de cada religión, transformar los instrumentos de odio en instrumentos de paz”. Y “nos corresponde a nosotros acallar los reproches mutuos para dar voz al grito de los oprimidos y de los descartados del planeta”, hasta conseguir que “salgan a la luz las turbias maniobras que giran alrededor del dinero y pedir con fuerza que este no sirva siempre y sólo para alimentar las ambiciones sin freno de unos pocos”. Se trata de un camino que debe realizarse dando “pasos concretos”, como lo eran los de Abrahán. “También nosotros, para seguir adelante, necesitamos hacer juntos algo bueno y concreto” ha dicho el Papa encomendándolo de forma especial a los jóvenes, “que no pueden ver sus sueños destruidos por los conflictos del pasado”.
Al concluir su discurso, el papa Francisco ha recordado que “fue precisamente a través de la hospitalidad, rasgo distintivo de estas tierras, que Abrahán recibió la visita de Dios y el don, que ya no esperaba, de un hijo. Nosotros, hermanos y hermanas de distintas religiones, aquí nos hemos encontrado en casa y desde aquí, juntos, queremos comprometernos para que se realice el sueño de Dios: que la familia humana sea hospitalaria y acogedora con todos sus hijos y que, mirando el mismo cielo, camine en paz en la misma tierra”.
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