Bangui – “En la República Centroafricana se está produciendo un cambio. Los rebeldes armados que habían penetrado en las ciudades, ahora se han ido y están en los bosques. Sin embargo, debemos esperar para entender si se trata de una paz real o sólo temporal. Ahora es importante que haya un contexto de concienciación entre la gente, es crucial crear un ambiente de paz entre las personas para desarmar sus corazones. No sólo los rebeldes, toda la sociedad debe encontrar un equilibrio y abrir el camino a la paz”. El cardenal Nzapalainga, arzobispo de Bangui, en declaraciones a la Agencia Fides, ve un atisbo de serenidad en el futuro de su atormentado país, tras los meses de recrudecimiento del conflicto y la huida de decenas de miles de personas a los países vecinos, que aún está en curso.
El cardenal dice a la Agencia Fides: “Muchas personas están volviendo a una relativa tranquilidad; la mayoría, sin embargo, ha perdido sus casas, sus posesiones y también a sus familiares o amigos. Ciertamente, los delitos masivos han disminuido y esto nos hace esperar un futuro mejor. Pero no hay certeza porque los rebeldes permanecen en las afueras de la ciudad y están armados; sin embargo, debemos aprovechar esta oportunidad para crear las condiciones para la reconciliación en la sociedad. Hay que tratar de imaginar su integración progresiva en el tejido social, para que puedan volver al trabajo decente y olvidarse de las armas de una vez por todas. Sin este cambio será difícil lograr la paz. Es importante hablar desde el corazón, con conciencia del bien del país, para que todos dejen de lado los intereses particulares y miren hacia el bien general”.
La segunda cumbre de la Conferencia Regional Internacional de los Países de los Grandes Lagos se celebró recientemente en Angola y en ella se debatió la situación de la República Centroafricana. A partir de esta iniciativa y de la liberación contextual de las ciudades de la presencia de los rebeldes, se espera un nuevo paso hacia la paz.
“Espero que las intenciones sean auténticas -continúa el arzobispo de Bangui- y que haya un verdadero deseo de paz, porque nuestro país necesita estabilidad. En esta fase el gobierno ha recibido ayuda de Rusia y Ruanda en la lucha contra los rebeldes y el primer resultado es que al menos el 75% del territorio del país está bajo control del Estado. Ahora tenemos que enfrentarnos al drama social de la población y fomentar un cambio radical. El cambio debe venir del corazón, porque no basta con no tener armas: un corazón convertido llevará sin duda a tener las manos libres de armas”.
El cardenal recuerda las tensiones que siguieron a las elecciones de diciembre y marzo. El presidente Faustin Touadera, señala, fue reelegido principalmente porque la población quería paz y estabilidad. “Animamos con mucha energía a que el nuevo ejecutivo esté formado por mujeres y hombres competentes”, afirma.
La Iglesia siempre ha sido protagonista en el esfuerzo por promover la paz y está en el centro de un camino de diálogo con los musulmanes, el eslabón sobre el que gira la construcción de una nueva sociedad centroafricana: “La Iglesia -explica el cardenal- ayuda a todos sus hijos y promueve la vida humana y hace todo lo posible para que los que están a favor de la guerra, y los que vienen de fuera de nuestro país con ganas de hacer el mal, cambien su corazón. Siempre hemos mantenido que la solución no puede ser sólo militar, es necesaria la mediación, el apoyo de la comunidad internacional. En concreto, siempre apoyamos el esfuerzo por el diálogo. En cualquier caso, el presidente abrió las consultas a finales de abril y pidió a la Iglesia que hiciera una contribución. Nosotros lo aseguraremos también gracias al trabajo informal a través de las parroquias y los movimientos”.
El pasado mes de diciembre falleció el imán Omar Kobine Lamaya, presidente del Consejo Superior Islámico de la República Centroafricana y gran amigo del cardenal. Los dos, en los años de mayor sufrimiento para la República Centroafricana, fueron protagonistas de gestos de paz y de acogida de las comunidades recíprocas, que los han convertido en símbolos de verdadera fraternidad en el país y en todo el mundo, signo de un diálogo efectivo y no sólo teórico.
El cardenal Nzapalainga dice al respecto: “Existe un diálogo de la vida que es muy importante. Hace poco visité al nuevo imán y a los líderes del Islam con motivo del inicio del Ramadán, y les llevamos comida para que la compartieran con los más pobres al final del día. Creo que el diálogo entre nuestras dos comunidades ha cambiado realmente la mentalidad en nuestra sociedad: ya no hay barrios sólo de musulmanes o cristianos. Cuando los rebeldes ocuparon las ciudades de Bangassou y Boua, el imán, yo mismo y un pastor protestante fuimos a su encuentro para decirles que la vida humana es lo primero y que es importante respetar su carácter sagrado. El mensaje tuvo un efecto positivo porque los rebeldes vieron y reconocieron que los hombres de Dios habían ido a su encuentro. Caminamos 7 km para adentrarnos en el bosque y hablar directamente con ellos para disminuir el nivel de violencia”.
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