Camaguey – “Con respeto y preocupación nos dirigimos a ustedes para presentarle las situaciones dolorosas que estamos viviendo como pueblo… Escuchamos de cerca las vivencias de la gente, nuestra labor pastoral nos mueve a estar a su lado y acompañarles, lo que nos hace testigos de sus dolores y necesidades”. Inicia con estas palabras la “Carta de la vida consagrada en Camagüey a las autoridades provinciales” con la que los religiosos de la Archidiócesis de Cuba presentan el cuadro de la situación y piden que se actúe para aliviar el sufrimiento de la población.
Entre los problemas que enumeran: Salarios insuficientes y alza de precios, de modo que muchas personas no están pudiendo comprar los productos alimenticios y de aseo necesarios para una vida digna; dificultades con la atención médica y medicamentos; los precios de los servicios públicos tales como agua, electricidad, teléfono, gas, limpieza de fosas, entre otros, se han elevado dos, tres, cuatro, cinco, diez y más veces; se necesita dar atención a los más vulnerable; muchos ancianos no acceden al almuerzo y comida durante el mes completo, como antes, porque la pensión no les alcanza; Muchas familias cubanas viven hacinadas en viviendas deterioradas por el paso del tiempo algo que provoca conflictos familiares y alto riesgo de abusos verbales, físicos y sexuales; los trabajadores autónomos viven muchas dificultades para servir a la comunidad con la producción y comercialización de sus productos y servicios, y tener su justo retorno.
A continuación, la carta se refiere a la falta de libertad. “La gran mayoría del pueblo no se siente en confianza y libertad para expresar lo que piensa en diversos ambientes sociales, tampoco para acercarse a las autoridades de distintos niveles y áreas, y solicitar lo que creen, expresar lo que necesitan o sugerir alternativas. Existe miedo a la exclusión. Tanto el miedo como la falta de confianza y libertad no son infundados, pues todos hemos sido testigos de la manera en que, a través de los medios de comunicación oficiales, se condena diversas iniciativas pacíficas y se denigra a personas y grupos... El pueblo cubano es creativo, pero muchos no se atreven a dejar fluir sus propuestas porque falta crear una cultura de acogida a lo diferente y reconocer los beneficios de la diversidad”.
Los religiosos señalan que “estas situaciones se están tornando cada vez más difíciles. Las personas están cansadas y estresadas. Sentimos que el pueblo no aguanta más, es una situación insostenible. La población desea alternativas factibles que encaminen al país hacia el desarrollo y el bienestar social”.
Ante esta situación, los religiosos de Camagüey proponen a las autoridades que garanticen que los precios de la canasta básica total estén por debajo del salario mínimo y la pensión mínima; hacer efectiva y real la liberación de las fuerzas productivas del país, tanto estatales como no estatales, eliminando las trabas y estimulando la producción de los trabajadores autónomos; facilitar a todo ciudadano-a que quiera tener una actividad económica para el propio bien y el de la comunidad; redefinir los precios públicos; realizar las gestiones pertinentes para que las medicinas, los insumos médicos y demás enseres de la salud estén disponibles para la población, aceptando las ayudas humanitarias liberando contenedores parados en aduana; hacer efectiva la asistencia social a las personas más vulnerables.
También piden “abrirse a la posibilidad de que las personas opinen, den sugerencias, expresen libremente lo que piensan, sienten y desean en diversos grupos convocados por los mismos ciudadanos-as, garantizando el respeto a su integridad y dignidad humana”. Al mismo tiempo, es necesario “crear espacios de diálogo igualitario entre el Estado y los diversos actores sociales, sentarse juntos a una misma mesa para buscar alternativas y unir esfuerzos para sacar adelante nuestro país, que está viviendo una situación crítica. Reconocer que la diversidad de opinión es positiva para lograr alternativas factibles”.
En la conclusión de la carta, señalan que “con voluntad política, diálogo y participación de todos los sectores de la sociedad, es posible ir construyendo una Cuba con más posibilidades de ofrecer a sus hijos e hijas una vida más digna y próspera”. Por último, reiteran: “Nosotros como religiosos y religiosas estamos aquí para acompañar a nuestro pueblo en sus dolores y esperanzas, para ser portadores de su voz que nos han confiado en la relación cotidiana, y para colaborar en el alivio de sus sufrimientos desde la fe y el compromiso social”.
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